sábado, 18 de agosto de 2007

UNA CULTURA AMERICANA por Joaquín Torres García











El ojo del Río /Revista N 3 / 1992
Textos de Joaquín Torres García

I
Se habla mucho de cultura. Hoy traduzco: erudición; saber a parte, individual. Pues cultura es saber colectivo y esto viene de la unidad de un pueblo.

II
Porque el problema del arte no puede ser problema aparte; debe ir ligado o formar parte de una cultura. ¿Existía aquí? A mi modo de ver, no. Porque, según mi entender, no podría jamás llamarse cultura a un conjunto de conocimientos técnicos o de arte y costumbres, heterogéneo, formado por aluvión, y sin concordancia ni unidad. Y por esto, a tal seudo cultura, tiene entonces que corresponder un arte anárquico desvinculado dé todo criterio y norma y en sí, cada obra, será fiel reflejo de esta falta de estructuración. Es decir, algo que si fuese de un modo, pudiese ser de otro cualquiera, según de donde soplase el viento. (1936).

III
Y con esto creo que queda bien definido lo que nosotros podemos entender por cultura y también de como la quisiéramos para estas tierras. Tenemos pues que rechazar lo que aquí de ordinario recibe indebidamente este nombre y que es: en primer término, trasplante de algo que aquí tendrá que crecer artificialmente, y luego porque junto a tantas otras cosas así importadas, tendrá que quedar como algo postizo, resultando por esto, eso que aquí solemos llamar "nuestra cultura", un verdadero traje de arlequín: conjunto sin unidad, desconcierto y, por esto, un verdadero bazar internacional; feria donde se comercia con productos de importación. (1939).

IV
Tal calle, con tal puerta estirada y su banderola en abanico; con tal árbol y con tal boliche u otro negocio, y con tales tipos" de hombres y mujeres, no pueden ser más que de Montevideo. Pero repito: su carácter está en todas partes. Por esto la muchacha elegante, con pretensiones europeizantes de francesa o de inglesa, es uruguaya!. Y mal que le pese; y si le pesa va mal.

V
Ni en Buenos Aires ni en Montevideo uno puede imaginarse que está en Europa. La luz, esa cosa misteriosa, ya lo indica: otro matiz. Y la estructura arquitectural y mil objetos y las costumbres. ¡Sí, estamos en Sudamérica! Y este sudamericano, por más que viva donde quiera, permanecerá lo que es, llámese Super -vielle o Barradas, Figari o Torres García.

VI
Ahora partamos de esto: que aquí no estamos en el Occidente europeo. Esto es una realidad. Y, aunque esto haya sido colonizado por europeos, (nada significa:- estamos en América del Sur. El problema de allá, pues, no ha de ser el de aquí. Nuestra cultura debe tomar otro origen. (1942).


VII
Volvamos a recordar que estamos en Sudamérica, que hemos vuelto el mapa al revés, que nuestro norte es el SUR, que la punta de América se prolonga hacia su polo, que estamos arriba y no abajo según señalan los mapas corrientes; en fin, que aquí, SOLOS, vamos a resolver nuestro problema de arte, y por esto ya sin ayuda de nadie. Recordemos eso. Pero, al mismo tiempo que la humanidad es una, y que, aparte, de la cultura particular de cada pueblo, hay una Tradición: saber de todos los tiempos.



VIII
Aquí como en Egipto, frente al desierto, tendríamos que hacer un arte monumental, como la Pirámide, dominar la desnudez de la loma, poblar el espacio con la idea. Y no un arte elegante como el francés o el italiano, o el griego; sino un Arte robusto, de grandes líneas afirmativas, y de volúmenes de gran proporción. Zonas grandes, ocupadas por construcciones a la manera druídica: algo poderoso que quitaría la angustia de sentirse anonadado por la inmensidad de la monótona ondulación de la cuchilla. (1935)

IX
Volver en cierto sentido a la prehistoria, considerar de nuevo lo que es esencial al arte, dar de nuevo con sus eternos principios y ser lo que no hemos sido jamás: unos primitivos. Sólo así, a mi modo de ver, nos nutriremos y tal como debe ser, de las esencias de la tierra, y sólo así conoceremos realmente qué es el arte en sí mismo; qué es su íntima función, y cuáles son sus elementos indispensables. (1942).

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I
La vigencia de los planteos de Torres García reside en que no cambiaron las condiciones económicas y culturales que nos hacen dependientes. Todavía padecemos la misma dependencia económica y cultural con Europa y desde hace algunas décadas con Estados Unidos. Por lo tanto, la creación de una cultura propia, independiente, americana, continúa vigente.

II
Torres García regresa a Uruguay en 1934. Y en una pequeña ciudad americana, Montevideo, dio su batalla. ¡Qué fe en el hombre de estas tierras! Y también que obstinación y claridad para emprender semejante obra. Torres García significa un punto de partida. Alguien a quien es posible continuar y que remitió a centrar la mirada en la tierra a la cual se pertenecía, ya que para ello dedicó parte de su labor a sentar las bases de una cultura propia, o de un arte propio, construyendo un taller desde el cual fue posible entablar un diálogo con la propia tradición. Decíamos que Torres García significa un punto de partida, un comienzo. Agregamos: semilla; más aún raíz, hueso, estrella, cierta luz, agua y cielo: un primitivo de la nueva América.

III
Partícipe y animador de las tendencias más avanzadas en su momento, recordemos la creación, junto con M. Seuphor, del grupo "Cercle et Carre" (París, 1930), Torres García sintetiza a través de su obra y de sus escritos, los aportes y las contradicciones del arte moderno europeo: cubismo, surrealismo, neoplasticismo. Su actividad en Montevideo consistió fundamentalmente en difundir y entroncar estas experiencias con las culturas precolombinas por un lado; y por otro instaba a los artistas a mirar a su alrededor, a no desaprovechar todos aquellos elementos que caracterizaban un modo de ser y existir particular. Una nueva realidad: América.

IV
Su regreso antes que otra cosa fue un salto al vacío, para dejarnos solos con nuestra fe, luchas y esperanzas postergadas. Salto oceánico y ruptura con la cultura europea, necesario para abrir al fin los ojos a nuestros vastos horizontes. Nos legó un proyecto americano. Vemos en Torres García una referencia sólida, cierta, duradera, como una estela de Copán. Y aquí reside la importancia de su regreso al Río de la Plata; fijar otro punto de referencia que no sea el europeo: "Nuestro norte es el Sur". Nos legó una obra donde se expresan un espacio, un tono y una luz inéditos: espacio, tono y luz montevideanos y su universalidad consiste en haber realizado su obra plástica en concordancia con su medió particular. Esta experiencia de vida y obra es la que lo reencuentra con todas las voces de todos los hombres y todos los tiempos.

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Fragmento de Hugo Burel
Joaquín Torres-García en el mundo
El hombre que no dudaba
Como todo genio en arte, Torres-García también fue un destructor: conscientemente, destruyó todo lo que en el país se venía arrastrando como válido. En ese juego de creación y destrucción, la bandera de "el que no está conmigo está contra mí" también flameó. Cabe plantearse si no es tiempo ya de empezar a ver la colosal tarea de Torres-García también como el dramático gesto de un artista que enfrentado a sus propias dudas y contradicciones, agotado del deambular europeo y necesitado de un orden interior que lo guíe y lo salve, sintetiza para sí una serie de procedimientos pictóricos y los traduce en un proyecto que, más allá de sus resonancias colectivas y de su aspiración a un arte único y universal, a la postre, nunca dejó de ser una redención individual.
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