sábado, 5 de septiembre de 2009

El arte como negocio

Paseante extranjero
Un blog de Roger Colom


¿Qué es lo que vende una galería de arte? Si contestamos que vende arte, en realidad no estamos contestando la pregunta. La galería vende bienes de consumo de lujo que tienen varios efectos simultáneos. Uno es el espiritual, el ideal: la obra de arte tiene un valor que va más allá de lo material. Pero también tiene un valor social, como todo artículo de lujo. Son pocos los que tienen necesidad de la calidad de Rolex en cuanto a la medición del tiempo, sin embargo muchos se lo compran; y es que ese reloj les aporta algo más: prestigio en lo económico, que es la forma más rápida de conseguir prestigio en lo social. Así, como una especie de casa de cambio muy particular, la galería convierte capital financiero en capital social. Si seguimos (más o menos) a Bataille, hablaríamos de la productividad del gasto improductivo.

Para otros, menos pudientes, la galería también aporta capital intelectual. Las galerías buenas participan en los debates estéticos de su tiempo, que a menudo se convierten en debates morales; en otras palabras, esos lugares donde se comercia con el arte son espacios para la discusión filosófica, o por lo menos, para provocarla.

Pero pasan cosas raras. Nadie niega que la galería de arte, es antes que nada, un negocio. Como en todos los negocios culturales, sus agentes siempre alegan que se trata de un negocio y, cuando les conviene, que lo que producen es cultura. Creo que lo que abría que decir es que las galerías de arte producen cultura en la cultura del dinero, igual que la iglesia, en siglos pasados y a partir del Renacimiento, producía cultura a través del arte en la cultura religiosa.

Creo que ya nadie puede negar que la religión de nuestro tiempo es la del Mercado. Se puede llegar, incluso, al extremo de decir que el mercado es dios, y el dinero su profeta. En este contexto, la conversión del arte en un bien de consumo, y de la distribución y legitimación del arte en un negocio, no debe sorprendernos. Ni angustiarnos demasiado.

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Entrevista a Yves Michaud


El arte como industria : Entrevista a Yves Michaud
por Eugenia Montalván
en REPLICA 21
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Yves Michaud, filósofo francés ex director de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, autor de El arte en estado gaseoso, ensayo sobre el triunfo de la estética (Stock, 2003), -entre una larga lista de títulos-, plantea que "en una sociedad que lo coloca todo bajo el signo de la belleza, el gesto deportivo es arte, el maquillaje es arte, el diseño es arte, el cuerpo es arte, la cocina es arte, todo es arte excepto el arte", y parece que a México le cuadra perfectamente el concepto, pues el arte contemporáneo se inscribe en la lógica de la producción industrial y el consumo relativa e involuntariamente masivo junto con la sobrepoblación de artistas, temas que forman parte de esta entrevista realizada en Mérida a propósito de una conferencia y como preámbulo a la participación de Yves Michaud en el Tercer Simposio Internacional de Teoría sobre Arte Contemporáneo (SITAC) que tuvo lugar en el Teatro Insurgentes en la Ciudad de México en el mes de enero.

¿Qué pasa con el arte objeto? Hay veces que la intervención del artista es mínima.

-Sí, pero si él decide que esto -el estuche de unos lentes- es arte, no por eso es artista. Su proyecto debe tener coherencia; la sociedad debe valorar el trabajo del artista y no la obra, ¿entiendes? Es el caso de Marcel Duchamp. Él pasó su vida entera haciendo casi nada, pero realmente vivió como artista. Los objetos de Duchamp no tienen mucha importancia. Cada uno de nosotros podemos hacer cosas del tipo que él hizo, pero en su caso lo que es apasionante es que pasó su vida entera haciendo pequeñas cosas sin significación ni grandeza, pero con una gran coherencia. Si lees y reflexiones sobre su vida te darás cuenta de que realmente es un gran artista, sus obras no cuentan mucho.

-Pero ahora a un artista no le resulta tan fácil, supongo, hacerse de una filosofía de vida con una proyección semejante.

-El problema es que Duchamp ya lo hizo. Un artista actual debería inventar otra cosa, no diría más radical, pero sí más inventiva; los jóvenes que se imaginen que si hacen lo mismo que hizo Duchamp serán artistas se equivocan completamente porque ya fue hecho y a él particularmente mucha gente lo conoce muy bien.

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