domingo, 13 de abril de 2008

PERFIL: Le Parc

Fragmento de la entrevista publicada

en el primer número de ROBHO/ Junio 1967/
Dirigida por Julien Blaine y Jean Clay.

Robho: A partir de una idea colectiva del arte, aunque usted está contra "el artista único e inspirado", actúa como un artista clásico. ¿No hay en esto una contradicción?

Le Parc: Sí. Pero también es cierto que toda pregunta formulada implica una respuesta; pregunta y respuesta se insertan en un esquema fijo. Pues la realidad no es esquemática y un sí puede ser un no según las circunstancias.

Le Parc en la Plaza de San Marcos, Venecia / 1966


Robho: A usted se le ha ofrecido el Premio de Venecia, consagración tradicional del artista individual, y no lo ha rechazado. Ni siquiera ha hecho una declaración contra ese Premio. ¿No habrá sido una trampa que le tendió el medio artístico, una trampa que le permitiera recuperarse?

Le Parc: No hubiera podido rechazar el Premio de Venecia sino a título individual. Esto exigía una actitud consecuente. Antes de rechazar el Premio, hubiera debido rechazar la participación en la Bienal. Rehusarse a participar en la Bienal equivalía a rehusar toda manifestación pública del circuito artístico. En consecuencia, no habría necesidad de producir si no se buscara el contacto con el público. De donde a la postre, la utilidad de toda investigación y el confinamiento en una inmaculada posición purista. Yo no he dado ni poca ni mucha importancia a este Premio -si se quiere, hay una cierta complacencia de mi parte en dar gusto a mis amigos, a mis compatriotas, a los que tuvieron confianza en mí. Yo fui a Venecia y estaba lejos de pensar en que obtendría un premio. Es probable que si esta eventualidad hubiera sido analizada en el seno de nuestro grupo, no hubiera sido sorprendido como lo fui, y quizás hubiera podido sacar partido de la situación de otra manera.

El tono en el interior del grupo no puede estar siempre en nivel máximo. El grupo está compuesto por individuos que al mismo tiempo que aportan entre nosotros sus trabajos, sus ideas, sus iniciativas, aportan también sus propias contradicciones, según cada situación particular. Evidentemente se puede considerar el Premio de Venecia como una trampa. Se está continuamente sometido a trampas, del exterior, como de uno mismo. Si una situación negativa no puede transformarse en situación positiva, se la deja en observación hasta tener bastante lucidez como para dominarla y sacar las consecuencias.

Siempre, ante las solicitaciones del exterior, hay que seleccionar. Creo que el Premio de Venecia que he recibido puede ser negativo tan como positivo. En realidad, lo he aceptado porque no tenía otro remedio. Puede ser un acontecimiento bastante importante en la evolución de mi carrera y la del grupo. Pero, no más importante que ciertas faltas de iniciativa, que ciertas indecisiones, que otros compromisos. Está bien que denunciemos nuestras contradicciones. Pero hay que ubicar nuestra diligencia en lo real y saber hacer el balance entre las posibilidades y las limitaciones. Sobre todo hay que verla como una etapa hacia otras situaciones.

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