Lic. Silvia Heger
Una exposición de cuadros mexicanos de la primera mitad del siglo XX, de la famosa colección del Banamex, era una tentación irresistible. Más aún porque no es frecuente, en Buenos Aires, tener oportunidad de apreciar un importante conjunto de pinturas de un país latinoamericano.
De modo que fui al Malba entusiasmada, y miré todo detenidamente. Miré y miré, pero no entendí. No entendí la unidad profunda de esta exposición. Vi varias obras de Diego Rivera, dos de Tamayo, una del Dr. Atl, algunas de Siqueiros, otras de Orozco, varias de Covarrubias, otras de Agustín Lazo, de Remedios Varo, de María Izquierdo, una solita de Frida Kahlo, y muchas más hasta completar un número que superaba las 60 piezas. Qué hilo conecta esas piezas, más allá de haber sido realizadas por mexicanos? Algunas obras exudan una clara influencia europea, alguna incluso con un fuerte tinte de realismo soviético, otras obras se entroncan en tradiciones indígenas, otras son surrealistas mientras que algunas descienden de la estética colonial hispana. Quise encontrar un conector cohesionante. No lo encontré. Quise entender por qué se habían seleccionado precisamente esas 60 obras de las más de 4.000 del acervo del Banamex, pero tampoco me enteré. Quise saber qué llevó al curador a colgar una obra grande de Tamayo justo frente a una impresionante fuente de luz natural que empalideció sus colores, pero obviamente ignoro el motivo -aunque en esa sala del Malba sobra espacio-.
Me pregunto si soy yo-contempladora, quien tiene la obligación de encontrar las pistas que me descifren tal grado de heterodoxia? Creo que no, creo que es la selección de obras y autores, y la disposición de su ubicación en la sala, los que construyen el discurso que tiene que explicarme a mí el sentido de la exposición. Por el contrario, lo que vi me pareció una verdadera ensalada mexicana para todos los gustos, de todas las vertientes y de variada calidad. De todo un poco. Mucha extensión superficial, escasa profundidad. Hay algunas, muy poquitas obras notables y legendarias (“Mujer con metate”, de Siqueiros, por caso), pero son muy pocas, y la mayoría no traducen esa fuerza contundente y conmovedora que uno anhela sentir frente al arte.
Con obras de calidad mediana, y con pocos ejemplos de cada autor, no podremos conformar una remota idea sobre las escuelas ni, mucho menos, forjarnos una aproximación a cada autor. Una pena, porque la producción artística mexicana es importantísima y en nuestro lejano sur no tenemos muchas oportunidades de ver originales de alto valor.
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*1- Silvia Heger
Profesora en Letras egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue coordinadora docente y directora de estudios del Instituto de Estudios Superiores de Buenos Aires (Profesorados). Es docente de la cátedra de Redacción del Instituto Argentino de Secretarias Ejecutivas. Dicta cursos en empresas privadas, tales como Mobil Argentina S.A., TotalFinaElf, Motorola Argentina S.A., Grupo Techint, Mitsui Argentina, etc.
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