(parte 1)
Lic. Silvia Heger *1
El arte colombiano del siglo XX tuvo a varias mujeres en sitios protagónicos. Ante todo, y aunque no fue artista plástica, es un deber mencionar a Marta Traba *2, escritora y crítica de arte nacida en Argentina pero colombiana por opción y por pasión. Marta Traba fue la más notable y vehemente promotora del arte colombiano, y llegó a fundar, en 1962, en un pequeño departamento bogotano, el germen de lo que es hoy el Museo Nacional de Arte de Colombia. Ella ejerció una gestión de singular importancia, de empuje tenaz destinado a poner en valor la producción de los artistas de toda esa región. Tuvo opiniones oscilantes con respecto a la interminable discusión entre arte universal y arte nacional, y ella misma fue muy discutida con respecto a sus juicios. Pero lo que nunca se puso en discusión es la capacidad de trabajo y la potencia movilizadora de esta mujer que ocupó con decisión y fuerza el espacio público de un país orgullosamente patriarcal.
Para analizar el arte de Colombia desde la particular visión de la participación de la mujer, es necesario imaginar un corte de tipo cronológico: antes de 1960 y después de 1960. La historia colombiana sufre un cambio vertiginoso precisamente en la misma década en que se producen los dramáticos cambios en Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, etc. La presencia de ideologías extremas arrastró a todos estos países a situaciones caóticas, profundas heridas y cambios en el tejido social, que agravaron hasta la exasperación historias previas de peleas cruentas por los espacios de poder.
Ya en la primera parte del siglo XX aparecen algunas mujeres que emprenden una lucha realmente titánica para poder exponer creaciones consideradas polémicas. El más claro ejemplo es Débora Arango Pérez *3 (1907), que tematiza la prostitución femenina como forma de esclavitud y denigración debidas a la condición sexual.
Pero este acto de valentía de Débora Arango tuvo una derivación inconcebible: como ella usó en sus cuadros desnudos de mujer, la sociedad dirigente de Bogotá en 1940 la censuró con tal autoritarismo y obstinación, que no pudo volver a exponer en su patria hasta mediados de los setenta. Estamos ante un caso de censura de género en estado puro. Porque a los hombres sí les estaba autorizado pintar y exhibir desnudos, como también les estaba autorizado disfrutar de prostitutas.
El retorno de Débora Arango a la escena artística colombiana tuvo lugar a medidos de los ochenta, bajo la presidencia de César Gaviria. En esos tiempos, otra mujer, Noemí Sanín, secretaria de Cultura, le concedió el reconocimiento oficial más una cantidad de condecoraciones que confirmaron su rehabilitación. *4
Durante sus años invisibilizados Débora siguió pintando privadamente. Amplió el espectro de sus preocupaciones y su discurso viró hacia la sátira política. La década del sesenta registra la virulencia de la acción de la guerrilla urbana, que aportó un profundo desasosiego en el tejido social. Desde este lugar, las sátiras de Débora Arango Pérez pueden leerse como un comentario lúcido pero muy amargo, muy pesimista, respecto del caos en que estaba inmerso su país. Además, señala una actitud infrecuente en la producción de mujeres: introducirse plenamente en la escena política, lo que equivale a arrancarle al hombre su hegemonía en el espacio público.
En el próximo encuentro analizaremos aspectos del arte colombiano después de 1960.
Silvia Heger
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*1 Lic. Silvia Heger: Profesora en Letras egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fue coordinadora docente y directora de estudios del Instituto de Estudios Superiores de Buenos Aires (Profesorados). Es docente de la cátedra de Redacción del Instituto Argentino de Secretarias Ejecutivas. Dicta cursos en empresas privadas, tales como Mobil Argentina S.A., TotalFinaElf, Motorola Argentina S.A., Grupo Techint, Mitsui Argentina entre otros
http://www.latinartmuseum.com/marta_traba.htm
*3 Débora Arango Pérez: Medellín, 11 /11/1907 - Envigado, 04/12/ 2005 , Colombia
"Por ella se echaron cruces las damas de la Liga de la Decencia y otros ciudadanos. Los desnudos de su exposición de estreno (1939, Club Unión) fueron el primer caballito de esa larga batalla. Tildarían su pintura de “inmunda, sórdida, corruptora, desvergonzada, escabrosa, pornográfica”. Trabajaría en el encierro muchos años, para resucitar a comienzos de los 80, con muestra retrospectiva y reconocimientos públicos, pero sin resentimiento en sus palabras." (Margaritainés Restrepo Santa María)
Este manifiesto causó conmoción en su momento, y aunque estaba repleto de ideas ingenuas, sirvió para definir una actitud y estimular una acción impostergable del artista y del espectador frente a los males de la sociedad.
INFORME DE PONENCIA 1er. DEBATE
Informe 1
ACTA 1er. DEBATE
Acta 44 de 2006
INFORME DE PONENCIA 2º. DEBATE
Informe 2
ACTAS DE PLENARIA 2º. DEBATE
Acta 493 de 2005
ACUERDO MUNICIPAL
Acuerdo 44 de 2006
Por el cual se adiciona el Acuerdo 13 de 2004
haciendo extensivo el homenaje a mujeres destacas
en la historia de esta región, a la pintora antioqueña
DEBORA ARANGO PÉREZ
EL CONCEJO DE MEDELLIN
En uso de sus atribuciones constitucionales y legales, en especial de las conferidas por el artículo 313 de la Constitución y la Ley 136 de 1994,
ACUERDA:
ARTICULO PRIMERO: Medellín rinde homenaje con este Acuerdo a la pintora DEBORA ARANGO PÉREZ por su gallarda postura crítica e innovadora en su pintura y ante la vida. Por su actitud plena de dignidad y de humanismo que conservó a pesar de sufrir innobles marginamientos y, por su producción artística que marcó un hito y un camino expresivo a la plática colombiana.
ARTICULO SEGUNDO: Como un aporte a la sensibilidad artística de la ciudadanía y como una forma de enriquecer los espacios públicos de Medellín con obras de arte, se dispone la elaboración de una escultura o busto de DÉBORA ARANGO PÉREZ, colocada en un pedestal donde se inscriba la semblanza de su vida y obra y el homenaje del Concejo de Medellín, bajo la dirección, responsabilidad y coordinación de la Secretaría de Cultura Ciudadana.
ARTÍCULO TERCERO. La escultura será colocada en una centralidad de la Avenida Regional de Medellín, la cual se seguirá llamando, Avenida Regional Débora Arango Pérez.
ARTÍCULO CUARTO. Los demás artículos del Acuerdo 13 de 2004 que sean pertinentes para la ejecución de este Acuerdo, le serán aplicables, como la inclusión en la cartilla a color con la reseña biográfica de las homenajeadas y la inauguración o instalación de la obra del artículo 5°.
ARTÍCULO QUINTO. El presente Acuerdo rige a partir de su publicación en la Gaceta Oficial del Municipio.
EXPOSICIÓN DE MOTIVOS.
Picardía y vitalidad emanan sutilmente de las obras de la recientemente desaparecida y destacada pintora expresionista Débora Arango Pérez. Nacida en 1907, el 11 de noviembre, muere en este año 2006, el 4 de diciembre de 2005.
Su exposición en 1996 presenta una retrospectiva en la prestigiosa biblioteca Luis Ángel Arango, adscrita al Banco de la República en Bogotá. En las más de 260 obras se permitía apreciar la riqueza de su anecdotario y la profundidad de su óptica pictórica. Óptica que nunca elude una cierta ironía, un humor soterrado y crítico con el que atrapaba el ojo inquisitivo del espectador y revela las entrañas de la sociedad colombiana. [1]
Débora Arango afirmaba "La vida con toda su fuerza admirable no puede apreciarse jamás entre la hipocresía y el ocultamiento de las altas capas sociales: por eso mis temas son duros, acres, casi bárbaros [...] me emocionan las escenas rudas y violentas".
De hecho, Débora Arango fue uno de los artistas que en febrero de 1944 firmó en Medellín el "Manifiesto de los artistas independientes de Colombia", dirigido a los artistas de las Américas, en el que figura al lado de los antioqueños Pedro Nel Gómez, Rafael Sáenz, Gabriel Posada, Octavio Montoya, Jesusita Vallejo (1904), Gabriela Sierra, Maruja Uribe y Laura Restrepo.
Este manifiesto causó conmoción en su momento, y aunque estaba repleto de ideas ingenuas, sirvió para definir una actitud y estimular una acción impostergable del artista y del espectador frente a los males de la sociedad.
Débora Arango pintaba desnudos cuando aquello era un escándalo mayúsculo, causando disputas acaloradas en los círculos sociales, religiosos y hasta culturales.
Finalmente su visión del arte se impuso, triunfó la juventud de aquella época que reclamaba el derecho de abordar cualquier tema hasta las últimas consecuencias. Hoy, recientemente fallecida a sus 98 años, esa juventud y esa tremenda vitalidad vertida en los lienzos, en las acuarelas y en los diálogos de esa gran pintora colombiana del siglo XX.
El dinamismo y originalidad de su obra se expresa a través de formas, a la vez sólidas y fluidas, penetrantes, compenetradas y yuxtapuestas.
El movimiento puede llegar en sus defectos ópticos a la descomposición y a la simultaneidad de un mismo elemento, vegetal o anatómico. El ritmo se modula según distintas líneas de fuerza. El espectador es arrastrado perceptivamente en distintas direcciones, hacia el espacio exterior, el centro del cuadro, la vibración de la imagen o la trayectoria curvada. Las corporeidades se multiplican, se fragmentan, se persiguen, se desparraman, se trasforman. A menudo las formas cubren la totalidad de las superficies, pero cuando se disocian el fondo y los motivos, observamos el fenómeno de una atmósfera igualmente animada y dotada de energía vital, jugando entonces la luz, el color y su aplicación, una función preponderante.
La máxima consagración de un artista. "El desnudo es un paisaje en carne humana", afirmó tempranamente. Débora trató el desnudo a escala 1:1, con una naturalidad sin límites, con voluptuosidad y en busca de la expresión. Sus hermanos médicos, Tulio y Luis Enrique, fueron sus maestros de anatomía artística. Su hermana Elvira, una muchacha caleña y una escritora le sirvieron de modelos.
El tratamiento original y antiacadémico que le dio a este género, la distanció de su maestro Pedro Nel Gómez y la aproximó a Carlos Correa (1912-1986), un artista que al decir del crítico Casimiro Eiger, demostraba "una originalidad tan auténtica, de vocación tan profunda, pintor sufrido y desgarrado de una síntesis imposible"
Con la exposición en el Club Unión de Medellín, en 1939, vino el primer escándalo; en la del foyer del Teatro Colón, en 1940, el siguiente; en 1942 otro y así sucesivamente. El motivo: sus desnudos. Los términos mujer y desnudo son aún tabú en la sociedad colombiana. Siempre ha desconcertado que este género sea tratado por una mujer, como si ello constituyera una amenaza a las costumbres, al punto que el obispo de Medellín llamó a Débora para reconvenirla y aclararle que Pedro Nel Gómez sí los podía pintar porque era hombre.
Los escritores se aproximaron a este tipo de obras de Débora, de distinta manera. Luis Vidales habló de "masculina potencialidad en el modelado y audacia en el trazo". Otros se preguntaron si se trataba de una mujer varonilizada. El Liberal la encontró "encantadora, sencilla, íntegramente femenina [...] una mujer como casi todas las mujeres colombianas, pero que se diferencia de ellas en que tiene una virtud admirable: el valor".
El arte de Débora Arango puso en evidencia la ambigüedad moral de una sociedad que insinuó que pintaba esos temas porque los había vivido. El diario La Defensa habló de "pinturas al deshabillé [...] de falta de higiene moral”. En el discurso de presentación de la obra de Débora Arango en el foyer del Teatro Colón, César Uribe Piedrahíta afirmó: "Quién iba a suponer que de un rincón de la montaña austera, de un ambiente timorato e hipócrita viniera una niña artista, pintora de grandes desnudos e iluminada con clara luz de la naturaleza inocente ... Esta exposición de pintura ha de servir para rasgar el velo de falso pudor y de hipócritas prejuicios tras el cual se esconden maliciosamente moralistas corrompidos"
Inquietante en sus distintas significaciones de imágenes, formas, colores, materiales, interpelaciones. Polifónica por los caminos escogidos: el retrato, el desnudo, lo social, lo político. Figurativa y expresionista por la semántica de los lenguajes pictóricos. Realista crítica y testimonial por las tendencias conceptuales y de escuela en que se manifiesta su arte.
Débora Arango forma parte sustantiva de la historia del arte colombiano, así no figure, por ahora, en algunas de sus historias, ni se destaque su importancia. Paradójicamente, este hecho, la censura, el veto, le dan nuevas y profundas dimensiones.
Es lo femenino viendo lo femenino desnudo.
El cuerpo y el alma en su desnudez presentados por Débora Arango. Pues no es sólo que un desnudo lo pinte una mujer. Que la condición humana de los miserables, humillados y ofendidos, de los infames, como dice Foucault, los pinte una mujer. Que el 9 de abril, las violencias, la protesta estudiantil, la dictadura militar, la crítica y caricatura de Alberto Lleras y Guillermo León Valencia los pinte una mujer. Ni que una mujer satirice ácidamente a otra mujer, como en el caso de doña Berta. Porque bien hubiese podido no suscitar reacción alguna.
Lo que produce una censura y reacción tan enconada de Laureano Gómez como dueño de la moral, la tradición, el orden, los valores y el partido conservador es que Débora Arango es una artista, con todas las de la ley. Con los cánones de formación académica, estudios, disciplina y trabajo. Con obra hecha y por hacer, en pleno proceso de madurez, de fortalecimiento espiritual, de búsqueda e imaginación. Es la misma razón por la que curas y arzobispos la censuran y la estulticia de exponentes de las clases altas se escandaliza ante su obra. Ahí está el detalle.
En esa combinación de ciertos temas, lenguajes, simbolismos, escuelas y quien lo hace: Una mujer-artista.
Santiago Martínez Mendoza
Concejal Proponente, Medellín, junio de 2006
[1] Escrito de Fernando Ureña Rib. en homenaje a Débora Arango Pérez con ocasión de su fallecimiento.
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