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Una relación de presencia directa caracteriza al arte contemporáneo, teniendo al artista –en situación ideal- como único legitimador de su hacer. Y si tenemos en cuenta que no existe posibilidad de discurso en solitario, dado que toda posición estética no es hermética sino que pertenece al ámbito de lo pensable –contingente- , podemos concluir que observar la realidad con criterio esperanzador no sería una ingenuidad por parte de los artistas. Será un devenir ético, una aplicación superadora de posiciones solipsistas, que tanto caracteriza mucho de lo que vemos en las exhibiciones de arte contemporáneo por esta parte del país. Si nos remitimos a establecer relaciones de signo entre extremos conmensurables, encontraremos sosiego para nuestras inquietudes existenciales. Producir arte u objetos que documenten nuestros interrogantes sobre nuestro destino y origen, puede aportar a nuestras vidas un dinamismo que nos haga más tolerable lo ordinario de la cotidianeidad.
El arte del siglo XX, en las sociedades de
corte capitalista, se ha caracterizado por la desmesura experimental y la
apropiación de todo legado artístico, sometiéndolo al sistema de consumo. Sobre
cada letra escrita, sobre cada objeto creado, se ha volcado la lógica del
mercantilismo atrapando con sus seudópodos todo aquello que le dé prestigio, y
si el artista, o intelectual, ha sufrido, mejor.
Hoy el arte contemporáneo exhibe, por estas
latitudes, su melancolía (esto no es un estado condenable, pero sí complejo si
no se lo entiende); nutre al escepticismo y su consecuencia: el desencanto. Los
promotores de turno (teóricos, curadores, art dealers, etc.), tratan de
demostrar que es “tan bueno” como el de otra parte del planeta.
Argumentan sin sustancia ya que la estructura ideológica que los alimenta es
banal. No hay pensamiento, sólo subordinación a los textos en boga y obsecuencia
a las directivas centrales, que pueden venir de Nueva York o Colonia; tal vez
pronto nos llegue del dinero de Oriente; hay excepciones, claro… En estos
términos siempre seremos subvaluados en los mercados; por ausencia de ideología
y pensamiento crítico en lo que se produce. No alcanza con demonizar logos
comerciales o condenar los atropellos a los derechos humanos, si después
soñamos con París. El arte es producción humana, registro de una cultura,
circula en escenarios locales, primero, y con ese reconocimiento se proyecta al
exterior. Como parte de un país que se identifica con sus creadores; sería
deseable.
La proyección de cualquier utopía se hace impensable en estos tiempos, y es una nueva situación que debemos resignificar, ya que nos encontramos frente a la posibilidad de construir nuestra propia verdad. La palabra utopía encierra en su núcleo un germen de imposibilidad, así en el plano etimológico como en el pragmático, evidenciando su carga de frustración. Pero sí, es viable darle cause a nuestra imaginación e inventar nuevos espacios de pensamiento, sometiendo a examen y análisis todo presupuesto teórico y vivencial. A nuestro alrededor los paradigmas caen y los íconos emancipatorios nutren las tiendas, los bazares y hasta las epidermis de los modelos publicitarios, retratados para los bookers del mundo fashion. La religión no ha estado ajena a estos vaivenes, la cristiana en particular, pues nunca deja de proporcionarnos posiciones controversiales, grotescas, a diario, minando su propia credibilidad.
La proyección de cualquier utopía se hace impensable en estos tiempos, y es una nueva situación que debemos resignificar, ya que nos encontramos frente a la posibilidad de construir nuestra propia verdad. La palabra utopía encierra en su núcleo un germen de imposibilidad, así en el plano etimológico como en el pragmático, evidenciando su carga de frustración. Pero sí, es viable darle cause a nuestra imaginación e inventar nuevos espacios de pensamiento, sometiendo a examen y análisis todo presupuesto teórico y vivencial. A nuestro alrededor los paradigmas caen y los íconos emancipatorios nutren las tiendas, los bazares y hasta las epidermis de los modelos publicitarios, retratados para los bookers del mundo fashion. La religión no ha estado ajena a estos vaivenes, la cristiana en particular, pues nunca deja de proporcionarnos posiciones controversiales, grotescas, a diario, minando su propia credibilidad.
Su líder, Benedicto VI, y una legión de
operadores religiosos a su alrededor, digitan los documentos que ponen en
circulación, y “a consideración”, al mundo occidental. Exhiben al Sumo
Pontífice en las comarcas de influencia; en sus últimos años de vida, tan sólo
para la justificación de acciones políticas: optimizan vínculos comerciales que
bajo la forma pastoral encierran estrategias de presión para no perder más
poder. Así, escucharemos pedidos de clemencia para los pueblos oprimidos
-siempre extemporáneos- y condenas a las libertades individuales bajo
argumentaciones seudoespirituales; lo que nos llega como aporte de la Santa
Sede. Viejo mundo.
Nos guste o no, la globalización se ha instalado, y con esta nueva realidad también encontramos que el pensamiento único se encuentra confrontado a posiciones críticas cada vez más esclarecedoras, oponiéndose al oscurantismo religioso del Vaticano. Queda claro que es difícil sostener tales paradigmas anacrónicos; hay más explicaciones lógicas para sostener un argumento en contra de una posición dogmática, que argumentaciones racionales para defender el sentido de una creencia. El refugio de la verdad revelada no parece ser satisfactorio en estos tiempos. El “porque sí” es útil para un artista, excepto para aquellos que intenten explicar una creencia religiosa. Deberán argumentar con más solidez. Hoy la fe es analizada por el campo intelectual con rigor, a la vez que con respeto, ya que también representa la sensibilidad de millones de seres humanos.
Nos guste o no, la globalización se ha instalado, y con esta nueva realidad también encontramos que el pensamiento único se encuentra confrontado a posiciones críticas cada vez más esclarecedoras, oponiéndose al oscurantismo religioso del Vaticano. Queda claro que es difícil sostener tales paradigmas anacrónicos; hay más explicaciones lógicas para sostener un argumento en contra de una posición dogmática, que argumentaciones racionales para defender el sentido de una creencia. El refugio de la verdad revelada no parece ser satisfactorio en estos tiempos. El “porque sí” es útil para un artista, excepto para aquellos que intenten explicar una creencia religiosa. Deberán argumentar con más solidez. Hoy la fe es analizada por el campo intelectual con rigor, a la vez que con respeto, ya que también representa la sensibilidad de millones de seres humanos.
2
No podría comenzar a referirme a la obra de Marcelo Bordese, sin expresar mi mirada de asombro frente a lo que podría presentarse como una producción anacrónica; y que en realidad, no lo es. Marcelo vive y está aquí entre nosotros, se cruza a nuestro paso en cualquier exposición y está junto a nuestra vida como cualquier amigo que encontramos en un supermercado o en una feria de arte. El está entre nosotros, es un artista argentino y pinta obras religiosas referidas a Cristo, a los sexos; los genitales reales y las perversiones más variadas. Los temas en los que bucea constituyen la preocupación de los moralistas, los santurrones y los políticos enmascarados; tratándolos con gracia, impertinencia y dramatismo.
¿Por qué Bordese se dedica a estos temas
negados y ocultos por todo sistema? Al preguntármelo me surge una respuesta
sencilla: para subvertirlos con su mirada de pintor. No exorciza monstruos,
sino que como artista, concilia fuerzas discursivas propias - intolerables-,
confrontándolas con una otredad que viola su ser y, si nos exigimos en
análisis, el nuestro también.
En su adolescencia fue seminarista de una
congregación franciscana croata, donde, lejos de persuadirlo para que desista
de sus impulsos creadores, lo estimularon a que dé rienda suelta a sus delirios
creativos, algunos de sus pares se constituyeron en sus primeros coleccionistas
para luego diseminar sus obras en distintas colecciones europeas. Más tarde
continuaría su vocación en el colegio de Jesuitas de San Miguel, para
orientarse más firmemente hacia un humanismo universal, característico de esa
congregación. Siempre ligado a un afán investigativo, riguroso, alternó su
indagación entre escritos canónicos diseñados para la divulgación de la
doctrina cristiana y otros profanos que sus compañeros le proporcionaban.
Analizó la obra pictórica de los clásicos y las cotejó con escritos de
ensayistas exégetas de la iconografía pagana antigua; finalmente optará por su
propio relato: una malversación feliz de los tópicos que constituyeron su
formación judeocristiana.
Tan pronto se liberó de los condicionamientos que conlleva el aprendizaje del oficio de pintor, Marcelo Bordese comienza a revelarse en sus trabajos como un erotómano de lo sagrado, concentrándose en un proceso creativo desmitificador y subversivo de los estereotipos icónicos que la iglesia despliega para seducir y condicionar a sus fieles. Milenios de narrativa oral y escrita alimentan el imaginario religioso, que tiene, en ese libro fabuloso llamado Biblia, su código de control de millones de almas en el mundo. Es una tecnología desplegada a lo largo de siglos; pero sería ingenuo pensar que no nos toca por declararnos ateos o agnósticos. No, su poder y protagonismo cultural es vastísimo, y aunque arcaico en su concepción, su dinámica discursiva, vigente, gobierna los modos de relaciones sociales en gran parte del mundo: el occidental y cristiano, como les agrada definir a los dictadores.
Por vía directa, o introyectado por el
modelo moral imperante, los actos menos sospechados de nuestra vida, están bajo
este signo. La entrega, -“dar hasta que duela”-, recuerdo estas palabras
de la boca de un diácono; el olvido de sí mismo, la negación tanática
del cuerpo, lo sacrificial como via regia; tienen como desenlace la
culpa y la consecuente pérdida del erotismo, fragmentando al alma y su
materialidad física: el cuerpo. En esto se funda y sostiene este poder casi
omnímodo, que crea dependencia entre el espíritu de sus adeptos y la
institución normativa que los rige: la Iglesia. Dependencia y sumisión que dará
como resultado almas controladas, “Siervos de Dios” que ostentarán como emblema
unificador un instrumento de tortura; eso es la cruz. Si nuestro cuerpo nos
demanda ¡cómo escucharlo!, si a la hora de tenerlo en cuenta lo sentimos
constreñido, maniatado, demonizado, atado con palabras; aun en el siglo XXI.
Durante los noventa Bordese ha pintado
siempre con ironía y juego de artista, sus obras constituyen testimonio de su “rebelación”,
arremete contra los íconos consagrados. Recuerdo obras a las que cotejó con
Walt Disney (Padre del comic animado que basó su éxito artístico sobre la
supresión de sus colaboradores, lo único que debía importar sería su empresa,
la de ÉL); o poniéndolas en tensión y diálogo con los transgresores más
conspicuos del arte moderno, como Francis Bacon, e inventando instrumentos
imposibles para eventuales usos inquisitivos. Sus pinturas transitan la ironía
tamizada por su experiencia de seminarista y el conocimiento profundo de la
retórica del discurso religioso.
En el año 2002, en el espacio alternativo Plastilina Vera, exhibió por primera vez su serie de pinturas “Vampiros genitales”, aquellas obras de factura elaborada, enmarcadas a la usanza decimonónica y de aspecto museístico, mostraban con crudeza sexos -en su mayoría femeninos-, entrelazados con osamentas y elementos típicos de la liturgia católica. Aquella producción, de corte paródico, fetichista, clásica en su esencia, constituía un dislate liberador de su yo. Hoy sus obras continúan acentuando su transgresión, incomodando al observado llevándolo al límite de su tolerancia. Representaciones donde la blasfemia toma carácter didáctico, nos recuerdan las obras que pueblan los pasillos de las sacristías y las ilustraciones de los antiguos textos bíblicos, sin embargo el tono es contemporáneo. Artista moderno, sus operaciones estéticas son ejercicios plásticos que se desarrollan dentro del paradigma posmoderno; si esto es posible por estas latitudes.
En los últimos años sus obras no han
variado de tópico, sino que presentan un endurecimiento temático que revelan
depuración semiótica (algo que se produce con el correr de los años en el
trabajo de un buen pintor).
Las obras que se presentarán en Espacio
Perotti, son inéditas. En una charla el artista nos habló sobre ellas y dio
algunas pistas sobre el giro creativo que lleva adelante. La muestra se llamará
El Bosque de Los Desprecios, las pinturas serán Madonna con infantes, El niño
enfermo, El beso de Judas, Calígula y sus hermanas, entre otras. Un texto
escrito por el pintor acompañará la exhibición, lleva por nombre La Savia;
prosa condenatoria, romántica en su esencia: señala el olvido del hombre por su
lugar original. Nos convoca a repensar nuestra manera de instalarnos en el
mundo. La falta de nostalgia por la naturaleza es el indicio que el hombre ha
perdido el sendero primero. Apocalíptico.
Su producción es remedio y paliativo de
soledad y pánicos infantiles. ¡Quién, de infante, no se ha sentido intimidado
en su naturaleza por el horror del infierno prometido si se alteraba el pensar
de los mayores! ¿El soporte? … ese libro terrorífico que enferma. El Arte: la
verdadera religión y cura.
* Jorge
Garnica en Plastilina Vera [plastilina.ver@gmail.com]
El Bosque de los Desprecios
De Marcelo Bordese
Ver muestra >>>http://www.arsomnibus.com/web/muestra/el-bosque-de-los-desprecios
En Espacio Alejandra Perotti:
http://www.espacioalejandraperotti.com/
De Marcelo Bordese
Ver muestra >>>http://www.arsomnibus.com/web/muestra/el-bosque-de-los-desprecios
En Espacio Alejandra Perotti:
http://www.espacioalejandraperotti.com/
1 comentario:
Gracias por la nota, muy interesante el recorrido que propone para poder meterse un poco más en la obra de Bordese, la cual admiro profundamente. Muchas Gracias, Mirtha Bermegui
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