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Hola a todos. Lo primero, claro, es una disculpa por la larga ausencia, pero más aún por los mensajes enviados o dejados en mi blog por muchos de ustedes y que no respondí.
Me gustaría escribir esta columna con más frecuencia, pero como a todos, el tiempo me alcanza cada vez menos. Digamos que me distraje en otras cosas, no menos importantes algunas cuestiones de trabajo, otras personales. Aquí estoy de vuelta y espero que ustedes tengan aún ganas de leer mis ¿humildes? reflexiones.
Pasé en tres oportunidades por Arte-BA y en una de ellas me crucé con una artista de larga trayectoria que estaba indignada –como los españoles- por el resultado del premio Petrobras, muy especialmente por unos calamares adentro de unos zapatos viejos, y me decía que muchos otros artistas también estaban furiosos y que “había que hacer algo”. Yo, que todavía no había pasado por allí, no sabía de qué me hablaba, pero como siempre he considerado al Petrobras como el premio Turner del subdesarrollo, me dirigí sin dudarlo hacia el rincón de la feria donde se encontraba la selección y los premios, relamiéndome ante lo que, sospechaba, era una gran oportunidad de despacharme a gusto. Ya a unos cuantos metros se percibía un fuerte olor a podrido y al llegar al rincón me encontré con una bolsa plástica blanca en cuyo interior parecía haber algo de ropa y dos zapatos viejos con calamares en estado de putrefacción adentro. La obra se titulaba “Autorretrato sobre mi muerte” del artista rosarino Carlos Herrera. Pensé en ese momento que debo estar un poco reblandecido o bien que tanto arte contemporáneo me estaba produciendo alguna clase de estado lobotómico sin retorno, porque la obra me gustó mucho. Imagino que muchos indignados se enojarán conmigo, pero debo ser honesto. Luego leí dos notas de Diego Manso (Ñ – 28/5/2011) y Eduardo Iglesias Brickles (Ñ- 4/ 6/2011) ambas referidas a la obra de Herrera. La de Manso termina con la siguiente frase “Nadie sabe muy bien de qué se trata el arte contemporáneo, sí que puede ser ‘cualquier basura’”, y la de Brickles de esta forma: “En definitiva: todo se reduce a una operación e a que se ponen de acuerdo el artista con ciertos curadores y críticos de arte, para insultar a la inteligencia”. No puedo declararme en total desacuerdo con estas afirmaciones ya que considero que son aplicables a gran cantidad de obras contemporáneas, especialmente aquellas que están teñidas de una banalidad insalvable, o que no pasan de ser meros caprichos adolescentes…como por ejemplo la “obra”, -que ninguno de los columnistas comentó- de Belén Romero Gunset, también parte del Premio Petrobrás, especie de performance quinceañera en la cual la “artista” se dedicó a romper todo tipo de objetos y artefactos de desecho durante los siete días que duró la feria…un estúpido berrinche adolescente. Pero a mi juicio, no es ese el caso de la obra de Herrera. ¿Habría resultado tan molesto si no le hubieran otorgado el premio de 50.000 pesos? Yo creo que la obra tiene varias capas de significación, para empezar no me parece poca cosa que un fuerte olor a podrido flote sobre una feria de arte –sobre el mercado del arte-, tampoco es poca cosa que gane el premio una obra que habla tan directamente de la muerte, de la extinción a la que todos estamos condenados –no es muy usual el tema entre los artistas argentinos –recuerdo a Bony-; la muerte no vende, no queda bien en el living. Sabemos que si hay algo que la burguesía niega sistemáticamente, históricamente, es la muerte. Quien haya perdido a alguno de sus seres queridos, quien haya recibido la dura noticia en algún sanatorio, probablemente haya pasado por la experiencia de recibir una bolsita con las pertenencias del difunto. Tal cual la bolsa en cuyo interior se encontrabas los zapatos de Herrera. Me gustó la obra; un mínimo de recursos, un máximo de efecto, incluida la indignación de muchos artistas y espectadores que no quieren ver esas cosas en una feria de arte, que no van a ver –y menos a oler – esas cosas a una feria de arte, porque eso, claramente, no es arte. Por suerte para todos ellos había mucha pintura en la feria, algunas de factura impecable, de esas que quedan muy bien con el tapizado del sillón. Eso sí que es Arte.
Para terminar, los invito a un evento artístico de verdadera relevancia que tendrá lugar en el MALBA el próximo martes, 14 de junio: la presentación del libro de fotografías de Victoria Vanucci. ¡Al fin veremos buenos culos en el MALBA! Ya era hora, si están en todos lados, por qué no pueden estar e el museo de Constantini. Eso es arte, y de buen gusto, no como esos calamares podridos. Sigamos profundizando la Tinellización de la cultura, eso es coherencia histórica.
Yo por mi parte estaré allí, para beber una copa del mejor champagne, llevarme mi ejemplar autografiado, y si puedo, tocarle el culo a la Vanucci, toral, el MALBA ya no es lo que era…¿o sí?
Hasta la próxima.
El Pato.
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1 comentario:
Totalmente de acuerdo con Usted Sr Pato Lucas, menos mal que nosotros estamos a trescientos kilometros y a pesar de que sentimos el olor intensamente nauseabundo del mercado de arte de Bs. As.especialmente cuando hay sudestada y a veces debemos bucear en el para obtener alguna viscera, seguimos en el interior siendo honestos, generando un arte real sin modismos.
Saludos Arq. Jose Luis Saffer.
Director Museo de Dibujo y Grabado "artemio Alisio".
Concepcion del Uruguay, Entre Rios
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