jueves, 4 de diciembre de 2008

Exposición de Sumi-e. La invención de Morel en siete imágenes.

Sumi-e, una breve introducción
Por Esther Clara Díaz de Bellusci (Kuka)


Parece mágico, pero se aprende con facilidad.
Es la expresión del ser a través de la pintura.
Integra el cuerpo físico (postura para pintar), el cuerpo emocional y el mental que es la relajación como manifestación del artista que todos llevamos dentro.
El nombre de la técnica deriva del nombre de la barra de tinta con la que se prepara el color.
Sumi- quiere decir tinta (e) pintura, pero no cualquier pintura realizada con tinta negra puede llamarse Sumi-e. Para alcanzar la categoría o grado de Sumi-e una pintura debe reunir otras virtudes de calidad, espontaneidad, pureza y simpleza que, al mismo tiempo, logre conmover la sensibilidad de quien la contempla.

Es decir que Sumi-e trata de captar la síntesis de la naturaleza, plasmar sobre el papel la esencia de las cosas.

Elementos que se emplean para pintar Sumi-e:

Sumi: Esta barra está hecha con hollín de pino (humo negro) y un aglutinado de cola de pescado.

Zuzuri: (tintero) se coloca un poco de agua se frota la barra de tinta con mucha paciencia, en forma de vaivén, en que se desprenden las partículas y se forma la tinta negra de origen chino o hindú.

Kami: (papel) Es fundamental trabajar con papel de arroz. Su característica radica en una gran capacidad de absorción que permite un efecto mágico.

Fude: (pincel) Es beneficioso tener una variedad de ellos. Están hechos con pelo de oveja, lobo, zorro, etc.; Son suaves, sirven para pintar flores, cielos y rostros.
Los pinceles de jabalí, comadreja o crin de caballo son duros pero elásticos y sirven para pintar el bambú, árboles, escarpados, montañas.

La soltura del espíritu requiere de la soltura del pincel. / Kuka Diaz deBellusci

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Exposición de Sumi-e. La invención de Morel en siete imágenes.
Prof. Pablo Grimozzi.
Coordinador de Relaciones Internacionales, Fundación Tôzai.
Palabras pronunciadas en la inauguración de la muestra.

Introducción
La relación entre pintura y escritura data desde el principio del hombre como sujeto social, las primeras pinturas en las cuevas llevan la idea de plasmar un mensaje para el futuro, lingüísticamente se tratan de una suerte de proto-escritura. Imágenes que evocan circunstancias, acciones o verbos, de lo cotidiano. En este sentido la pintura y la escritura son un avance técnico del hombre, son una “tecnología”.
Japón, al tomar en el siglo V la escritura ideogramática se enrola en esta relación, aún más directa entre pintura y escritura: cada carácter es el proceso de la depuración de siglos de una idea dibujada.

Sin embargo, además de ser instrumentos de comunicación, la escritura y la pintura tienen otro valor, más complejo y profundo: son materiales artísticos que a un mismo tiempo transmiten un mensaje y evocan no sólo en términos prácticos, sino también abstractos, elementos propios de la interioridad del espíritu del hombre. Por esto también no son unívocos: están sujetos a la interpretación personal, no siempre racional, lúdica quizás o espiritual, de la vida.
Si nos adelantáramos en el tiempo, saliendo de las cavernas, podemos encontrar hacia finales del Medioevo, en el siglo XV, un claro antecedente en la cultura occidental de esta relación: El vía crucis, el camino de la cruz, son una serie de imágenes o estaciones, actualmente 15, que se encuentran en las paredes de las iglesias representando una parte de la Biblia, el libro sagrado cristiano.

Traigo a colación esta referencia, porque también existe en el sumi-e un trasfondo espiritual proveniente del budismo Zen y que casualmente alcanza su punto más alto en Japón alrededor del siglo XV en el periodo Muromachi. La pintura Sumi-e cumple la función de poder aprehender, en el sentido de tomar, fijar un momento y a la vez poder incorporarlo. El trazo de la pintura sobre el papel blanco en tanto acto de creación es la búsqueda espiritual, una práctica de ascesis al igual que la contemplación de la obra terminada, todo lo que la rodea tiene por objeto unirnos al universo, alcanzar la eternidad en el nirvana.

Hoy tenemos dos artistas dialogando desde estos polos de la escritura y la pintura: la señora Esther Clara Díaz de Bellusci y Adolfo Bioy Casares, dos artistas que confluyen en esta muestra de una manera impecable, siendo la unión en el tiempo de una circunstancia que viene repitiéndose desde que el hombre tiene conciencia de sí mismo.

1) Bioy
Fue un escritor argentino nació en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1914, murió en la misma ciudad el 8 de marzo de 1999, miembro del grupo Sur y los Martín-Fierristas, amigo personal de Borges, fue esposo toda su vida de la escritora Silvina Ocampo.
Bioy escribió la Invención de Morel en 1940, contando con apenas 26 años, es una de las obras más conocidas y dentro de la crítica literaria se la considera la primera obra de su etapa madura como escritor, fue merecedora del premio Municipal un año después de publicada e incidió sobremanera al momento de que se le otorgara el Premio Cervantes.
Contiene esta nouvelle varios géneros: el policial metafísico, el género fantástico y la ciencia Ficción, entre otros. Redactado en forma de Diario produce una identificación entre el narrador y el personaje principal de quien nunca sabremos el nombre, pero a quien llamaremos: El fugitivo.
2) El fugitivo
Al principio ya se nos da algunos datos, el fugitivo es un hombre perseguido por razones políticas, con una condena injusta a cadena perpetua, desesperado escucha el consejo de un mercader italiano que vende alfombras en Calcuta, éste le habla de una recóndita isla en el Pacífico Sur que estuvo habitada en 1924 por un grupo de extranjeros y donde quedan algunas construcciones terminadas y abandonadas.

3) La barca
El mercader sin embargo le da una advertencia que el fugitivo desoye: “Ni los piratas chinos, ni el barco pintado de blanco del instituto Rockefeller la tocan. Es el foco de una enfermedad, aún misteriosa, que mata de afuera para adentro.” Aún así el fugitivo está decidido a escapar donde no puedan encontrarlo y es así como logra llegar esta isla, primero oculto y envuelto en un alfombra, luego en barco y finalmente a remo, en una barca, ya que nadie quiere acercarse demasiado. Esta es la imagen de la pintura, el espacio infinito del fugitivo, su gran soledad.

4) La isla
La isla es el gran escenario que será testigo de la historia y ya desde el principio es un misterio en sí mismo. El narrador supone que se llama Villings y que pertenece al archipiélago de las Ellice, pero nunca quedará demasiado claro. En su superficie tiene abundante vegetación: “Plantas, pastos, flores de primavera, de verano, de otoño, de invierno, acumulándose inconteniblemente” pero esto discrepa con los árboles, que están podridos, parece vivir la isla a lo largo de la narración una constante contradicción.

5) Los amigos de Morel
En ese lugar apartado de la humanidad este hombre trata de seguir viviendo su vida, pero empiezan extraños sucesos a gestarse cuando en un espacio completamente deshabitado aparece, como si salieran de la misma nada, un grupo de turistas que bailan al ritmo de un tema de moda en 1924 “Té para dos”. Como si se tratara de alucinaciones estos hombres y mujeres habitan la isla, ocupan los espacios como si se tratara de una vacación, son turistas, intrusos que traen el miedo de un encarcelamiento, y luego con el correr de los días sabrá el protagonista que son los amigos de Morel.

6) Faustine
Entre los amigos de Morel una mujer atrapa el interés del protagonista, todas las tardes ella sube una colina y se recuesta en soledad a observar el atardecer, el fugitivo la observa una y otra vez, oculto, enamorándose, poco a poco, pero con una gran tenacidad, de ella. Hasta que finalmente se decide a hablarle, sale de su escondite y trata de empezar una conversación, pero la dama hace caso omiso de sus palabras y muestra gran indiferencia, como si él no existiera. La escena se repite para desasosiego del protagonista y entonces comienza a urdir un plan para conseguir los favores de su atención.
La pintura la muestra a Faustine y a los dos soles, este es otro enigma de la novela, el personaje ve por esos días de enamoramiento dos lunas y dos soles en el firmamento.

7) El jardincito
Dice el fugitivo en su Diario: “Me avergüenza un poco declarar mi proyecto. Una inmensa mujer sentada, mirando el poniente, con las manos unidas sobre una rodilla; un hombre exiguo, hecho de hojas, arrodillado frente a la mujer”
Y ese hombre hecho hojas, le construye un pequeño jardín. Sin embargo siendo hombre de letras, no podía ser menos, el jardín tiene un mensaje explicito, contiene una inscripción, un mensaje la misteriosa mujer, primero ensaya dos frases: “Un muerto en esta isla has desvelado”, luego: “Ya no estoy muerto: estoy enamorado”, para concluir: “El tímido homenaje de un amor.”
El mensaje, sin embargo permanece oculto ante la indiferencia que muestra Faustine y es finalmente pisado por Morel quien se presenta como otro candidato al amor de ella. Para beneplácito del protagonista ve cómo estos intentos de Morel por conseguir a Faustine fracasan.
El cuadro nos muestra la laboriosa tarea del protagonista a quien le lleva gran trabajo construir este primer homenaje de amor. Y digo el primero porque habrá un segundo, aún más grande e igual de poético. En la obra de Bioy Casares la imagen del jardín es muy importante, habla a la vez como metáfora del tiempo y de las circunstancias perennes, de lo efímero ante la eternidad.

8) La máquina del tiempo
Intrigado por todos los sucesos extraños, en forma secundaria, y principalmente por ese amor que siente por Faustine, el protagonista decide investigar a los hombres que deambulan por la isla. Por distintas circunstancias que hacen al hilo de la narración, el fugitivo presencia escondido una conversación entre los amigos de Morel y Morel, quien les explica que ha ideado una invención donde se registran las acciones como si se tratara de una película, pero que poseen una corporeidad, “es como grabar el alma” y preservarla del paso del tiempo. Esa es la máquina del tiempo de Morel, un artefacto complejo con el que ha registrado una semana entera a sus amigos y a él mismo.
El único problema de este artefacto es que una vez expuesto el individuo al registro de sus días muere por una extraña enfermedad (la misma que le había referido el mercader), como si la imagen registrada absorbiera la esencia humana.
Esta conversación le devela al protagonista el misterio: Morel decide grabar una semana de su vida junto a sus amigos y a la mujer que ama para preservarla del paso del tiempo, decide eternizarse en un momento de felicidad con esta máquina que funciona con la energía que toma de las mareas.

9) Por amor
Es así que todos los enigmas toman su lugar: lo que él estaba presenciado era una semana en la vida de estas personas en 1924: la música, los dos soles y las dos lunas, la vegetación de todas las estaciones, en fin, todo lo que presenció en esa isla era el resultado de una superposición entre la realidad y una imagen proyectada sobre ésta.
Hacia el final de la novela el protagonista da con la máquina y aprende a manejarla, ante la seguridad de que su amada ha quedado detenida en esa semana y que es imposible pensar en buscarla en otro lado que no sea esa isla, toma la decisión de grabarse el también junto a ella.
En este homenaje al amor entrega su vida, al menos la vida carnal, para estar en la eternidad con Faustine.

Conclusión
La invención de Morel, repito, está escrita en 1940, en este sentido es admirable cómo se adelanta a la idea de imágenes proyectadas en tercera dimensión. Borges, quien prologa la obra, la califica de perfecta, y es atinado al destacar que la novela plantea una odisea de prodigios que se resuelven “mediante un solo postulado fantástico, pero no sobrenatural”.
Octavio Paz resumirá en esta reflexión la novela:
“El tema no es cósmico, sino metafísico: el cuerpo es imaginario y obedecemos a la tiranía de un fantasma. El amor es una percepción privilegiada, la más total y lúcida, no sólo de la irrealidad del mundo, sino de la nuestra: corremos tras de sombras, pero nosotros también somos sombras”
La pintora Díaz de Bellusci ha dado corporeidad a las imágenes de las palabras, las ha dotado de su propio imaginario y las brinda en esta exposición. A ella quiero felicitarla en público por haber dado, a unos meses de cumplir una década de la desaparición de Bioy de este mundo irreal, la imagen de un Bioy que se mantiene es su invención, su obra.

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