sábado, 8 de noviembre de 2008

Expresionismo: Richard Gerstl

por Ninot Kayor

Richard Gerstl en su estudio, 1907

Richard Gerstl (1883-1908), Gerstl creó sus obras en un periodo en el que Klimt y compañía seguían en la conservadora Kunstakademie sin saber aún que crearían en 1905 el grupo de vanguardia de la Secesión.
Gerstl recorre su propio camino, que nada tiene que ver con los de Schiele, Klimt o Kokoschka. Su trayectoria estuvo marcada con su vida personal. Enamorado de la mujer del compositor vienés Arnold Schönberg, huye con ella. Más tarde Mathilde Schönberg regresa con su esposo y Gerstl se suicida a la edad de 25 años.
Las obras de Gerstl son empaquetadas en cajas y olvidadas hasta 1945, momento en el que artistas como Otto Múhl o Günther Brus ven en Gerstl su hilo estético conductor.

Esta idea de tomar como eje del NotiLyC al expresionismo me surgió de la confluencia azarosa de varias circunstancias: el resultado de la primera subasta de Sotheby`s: record de Munch (y la retirada anticipada de una obra de Picasso por carecer de interesados); un catálogo de Käthe Kollwitz que me prestó generosamente Titina Bustelo, edición maravillosa –verdadera joya- realizada en los 80 por el Instituto para las Relaciones Exteriores Culturales de la República Democrática Alemana; otro libro extraordinario que me prestó Mlynarzewicz: Das Portrait im Expresionismus, de Frank Witford y, finalmente, una muestra que en estos momentos se puede apreciar el Centro Cultural para la Cooperación, titulada Resistencia Y Rebeldía. Arte político y social del siglo XX (no se la pierdan). Sugiero que la vean un viernes, antes de entrar a ver, en ese mismo centro cultural, Solo brumas, obra teatral de Pavlovsky. Imperdible, como se dice ahora. Y, por cierto, a mi juicio, un buen ejemplo de expresionismo.

El expresionismo es una corriente pictórica que cíclicamente emerge con energía en la pintura occidental. Desde mediados del siglo XIX comenzó a desarrollarse en el norte de Europa y luego se extendió por su centro y en el este. En Europa occidental predominaron otras tendencias, más acordes con la situación social y la cultura finalmente hegemónica en esa zona. Goya fue una excepción, adelantada por cierto, y premonitoria del desastre que se avecinaba en Europa.

El expresionismo es la pintura acorde con el carácter trágico que muchas veces domina nuestra existencia. No es casual que se haya desarrollado sobre todo en Europa nórdica y oriental, regiones que fueron escenario de una época convulsa signada por la liberación de los siervos de la tierra durante la segunda mitad del siglo XIX y por la revolución de 1848. Un proceso revolucionario ininterrumpido que le otorgó al siglo XX un carácter inédito: los profundos cambios en el desarrollo industrial acompañados de los mayores luchas sociales que la humanidad tenga noción acompañadas del colapso de tres grandes imperios: el alemán (Segundo Reich o Deutsches Kaiserreich), el turco otomano (Devlet-i Âliye-yi Osmâniyye) y el ruso (Российская Империя). Y a continuación la emergencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, seguida de la revolución alemana en los últimos años de la segunda década del siglo XX. El colofón fue, sin duda, la revolución china, que en 1949 permitió emerger al estado que hoy conocemos como la economía más dinámica del planeta. Durante un siglo Europa vivió bajo la tensión de los conflictos sociales y de las guerras interestatales que causaron más de 100 millones de muertos entre su población y obligaron a emigrar hacia América a 50 millones de sobrevivientes hambrientos. El expresionismo del siglo XIX y del XX es la pintura de este desastre, incluido el de la Escuela de Londres, cuya otra denominación es justamente esa: pintura del desastre. Bacon, Freud, Auerbach, Kossoff y Paula Rego, entre otros, pintan su época, son sus hijos.

Munch vampiro E. Munch, Vampiro, 1893-1894, óleo sobre lienzo, 91 x 109 cm, Munch Museet, Oslo.

Por todo esto resulta notable que esta semana sea una pintura de Munch, Vampiro, una de las tres cuyos precios no se hundieron en esta debacle económica actual que ya arrastra a gran parte del arte conceptual contemporáneo. También me parece notable la presencia del expresionismo en varias muestras actuales europeas y estadounidenses, tanto de esta temporada como de las inmediatas anteriores.






En este boletín, con que el doy comienzo a una pequeña serie dedicada al expresionismo, solo reproduzco material, textos e imágenes, sobre un creador: Richard Gerstl, pintor expresionista austriaco que se suicidó en 1908, a los 25 años. El valor de su obra solo fue reconocido muchos años después y hoy está considerado uno de los más destacados expresionistas de ese periodo.
Richard Gerstl / Las dos hermanas

Comienzo el boletín con un comentario sobre una obra suya. La pintura se llama Autorretrato riendo. La encontré en el libro ya mencionado Das Portrait im Expresionismus; se trata de su último autorretrato, pintado poco antes de matarse.
Reproduzco una nota excelente de Erza creada el 18 de mayo de este añode su Blog La Fábrica de Garabatos http://lafabricadegarabatos.blogspot.com/search/label/Pintura


Autorretrato riendo, 1908

Esta imagen desconcertante fue una de las últimas pinturas de Gerstl. En su breve existencia, Gerstl (1883-1908) pintó paisajes y retratos que se anticipan en varios aspectos importantes a la obra de Schiele, de Kokoschka e incluso de Soutine, sobre todo en el uso de un color realzado, unos efectos dramáticos de luz y una especial libertad para transmitir emociones extremas y atmósferas sumamente recargadas. La vida de Gerstl es el mundo de la ópera, la forma artística que él amó apasionadamente, tal vez más incluso que la pintura: Dotado de un talento tan voluntarioso como original, Gerstl rehuía la compañía de otros artistas. Amigo de músicos, estaba especialmente vinculado a los compositores Alexander von Zemlinsky y Arnold Schönberg; vivía con él segundo e incluso es posible que le enseñara a pintar. Lo cierto es que tuvo amoríos con la esposa de Schönberg y, cuando ella les puso fin, él fue a su estudio, destruyó todos los cuadros que había allí, se clavó en el pecho un cuchillo de carnicero y después, con las fuerzas que le quedaban, se ahorcó. Todo esto lo hizo ante el espejo que había utilizado para pintar este autorretrato y todos los demás. Queda lo suficiente de la obra de Gerstl para demostrar que no fue meramente el primero de los expresionistas vieneses, sino también el más original, aunque nadie lo advirtiera hasta transcurridos veintitrés años después de su muerte. Mientras vivió, rechazó las escasas oportunidades que para exponer sus obras se le presentaron, y su obra no fue exhibida públicamente hasta 1931. Todavía hoy, poco de ella puede verse en colecciones públicas y, en comparación con Kokoschka y Schiele, es un virtual desconocido. Se dice que, cuando estudiaba en la Academia de Arte de Viena, Gerstl estuvo brevemente influenciado por la pintura decorativa de Gustav Klimt. Sin embargo, poco tardó en ser él mismo y en crear su estilo maduro, al parecer a partir de la nada. Los últimos artistas por los que expresó alguna admiración fueron los antiguos maestros holandeses y españoles, así como Van Gogh, que sólo recientemente se había dado a conocer en Viena. Gerstl estaba convencido de tener genio, y también creía que la ausencia de un público reconocimiento aportaba una prueba al respecto. Para Gerstl, una pintura que resultara placentera nada podía tener de bueno, lo que explica que en cierta ocasión destruyera un cuadro que un espectador había alabado. Para él, como para el joven Egon Schiele, su propia imagen y lo que ésta delataba acerca de su vida interior constituían el tema más importante. Ninguno de los autorretratos de Gerstl, ni siquiera el que le muestra de cuerpo entero y desnudo, es tan inquietante como esta pintura en la que aparece a la vez maníaco y vulnerable, burlón y dolido. Es fácil admitir que poco después de realizarla se suicidara.

Prosigo con un texto (fragmento) Un siglo de atonalidad de apons, que se refiere a Arnold Schönberg, me parece que es un artículo que contribuye a comprender el contexto artístico de esa época, además del cruce de vidas que tuvieron ambos artistas.

Sugiero leer el artículo completo en: Tapera. Portal de historia y ciencias sociales
Un siglo de atonalidad
Por apons October 24th, 2008
http://tapera.info/?p=403


Pero es cierto, en 1908, el compositor vienés Arnold Schönberg apartó la tradición clásica de su audiencia. Alejó una de otra, literal y figuradamente, y al hacer eso creó algunas de las piezas de la mejor música de la cultura occidental, dando un giro a la tradición. Schönberg comenzó a componer siendo un niño, en los ochenta del siglo XIX. Para entonces, la opinión pública europea estaba dividida entre dos monstruos. Brahms, el supuesto reaccionario, que no obstante escribió piezas emáticas cada una de las cuales se relacionaba con la melodía principal. Wagner tenido por progresista, con sus tonalidades, poco dado a apreciar el mundo melódico de su oponente.

No obstante, Schönberg unió esos mundos separados en una noche de 1899 al componer el sexteto para cuerda Noche transfigurada, cuando tenía 25 años. No sólo era música hermosa y sofisticada, eran treinta minutos de música conmovedora que el citado Post sitúa al mismo nivel que lo mejor de Mahler o Richard Strauss. La diferencia es que Schönberg no quería entretener, porque se sentía un guerrero cultural, alguien que se atrevía a decir aquello de “He descubierto una técnica que garantizará la supremacía de la música alemana durante los mil años siguientes” (la pantonal, la llamaba). Cierto es, indica John Keillor en el Nacional Post, que la mayoría de artistas estaban visitando el diván psicoanalista. Así que no son de extrañar las manifestaciones grandilocuentes, ni que unos u otros escarbaran en el envés de ese sujeto racional ilustrado que ahora se agotaba. Schönberg estaba en ello y compartía intereses con Egon Schiele y Oskar Kokoschka, con Klimt, Klee y Kandinsky. Cuerpos y paisajes sólo tenían sentido si el artista revelaba la verdad, aunque pareciera horrible, y así el expresionismo se dejaba llevar por la impronta espiritual, instintiva.
(…)
Schönberg no fue un showman o un oportunista, como lo fue Beethoven, a juicio de John Keillor. Era la clase de persona dispuesta a afirmar en público su judaísmo el mismo día que Hitler asumía la cancillería, y en Berlín. Su valor y sinceridad absolutos se extendieron a todas sus acciones. En el verano de 1908, se encontraba de vacaciones en Grunden con su familia mientras escribía el ciclo de canciones de El Libro de los jardines colgantes. En aquellos días, su esposa Matilde le dejó para marcharse con su profesor de pintura, Richard Gerstl. Durante los meses en los que su esposa estuvo ausente, Schönberg terminó la composición con dos piezas carentes de cadencia ni acorde primario. Suspendió las resoluciones tradicionales en su música, reflejando el trastorno de la crisis matrimonial. Los discípulos del maestro mantuvieron contactos regulares con Matilde hasta que la convencieron para que volviera, cosa a la que accedió aquel otoño. Gerstl quemó todas sus pinturas y después se apuñaló.

La siguiente obra la concluyó Schönberg en Navidad, su segundo cuarteto de cuerda. Estaba dedicado a su esposa, y el centro tonal era otra vez imperceptible en los movimientos finales. En su lugar había una soprano que cantaba un poema de Stefan George que empezaba con aquello de “Siento aire de otros planetas” y que discurre con cuatro acordes tonales aislados entre sí. De todos modos, el término atonalidad no será utilizado hasta 1912, cuando estrenó con moderado éxito su Pierrot Lunaire en Berlín, el 16 de octubre de 1912, con Albertine Zehme como solista vocal y el propio Arnold Schönberg tomando la batuta. (…)
Nunca volvió a la tonalidad. Su convicción influenció a generaciones de compositores que sentían que regresar a la tonalidad armoniosa era un paso atrás, incluso fascista. Así se inició un siglo de música vanguardista.

Finalizo el NotiLyC con obras de Gerstl y dos retratos fotográficos suyo.










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