"Rops es el único artista verdadero - tal como yo, y quizás sólo yo, entiendo la palabra artista - que he encontrado en Bélgica". Baudelaire
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El NotiLyC de hoy arranca de un fragmento del ensayo publicado este domingo en la revista semanal, dominical, de La Jornada, matutino mexicano. Su título es La antimodernidad deBarbey d'Aurevilly*1, y está escrito por Andreas Kurz.
De este ensayo publicado por La Jornada me atrajo la mención que se hace de Felicién Rops*2 como ilustrador de algunas obras de Barbey d'Aurevilly. Rops es un pintor y dibujante belga poco conocido en nuestro medio.
Desde que conocí la obra de Rops me intrigó la similitud entre una obra suya, cuyo título desconozco, y La Pubertad, conocida pintura de Munch*3. En las páginas siguientes reproduzco ambas obras para que aprecien el asombroso parecido.
En las dos páginas que siguen reproduzco las imágenes de ambas obras similares, la de Rops primero, sin título, y luego La Pubertad, de Munch.
Como Rops nació treinta años antes que Edward Munch, me inclino por creer que Munch conoció su obra.
Felicien Rops. (izquierda). La Pubertad. Edward Munch. 1895 / 150 x 110 cm (59 5/8 x 43 1/4 in); Nasjonalgalleriet (National Gallery), Oslo ( derecha)De este ensayo publicado por La Jornada me atrajo la mención que se hace de Felicién Rops*2 como ilustrador de algunas obras de Barbey d'Aurevilly. Rops es un pintor y dibujante belga poco conocido en nuestro medio.
Desde que conocí la obra de Rops me intrigó la similitud entre una obra suya, cuyo título desconozco, y La Pubertad, conocida pintura de Munch*3. En las páginas siguientes reproduzco ambas obras para que aprecien el asombroso parecido.
En las dos páginas que siguen reproduzco las imágenes de ambas obras similares, la de Rops primero, sin título, y luego La Pubertad, de Munch.
Como Rops nació treinta años antes que Edward Munch, me inclino por creer que Munch conoció su obra.
Comienzo con Rops, con el ensayo ya mencionado, que fue el motor de este boletín. Luego reproduzco Fragmentos de artículos sobre él, la gacetilla de la Fundacion Carlos de Amberes, uno publicado por matutino madrileño El País en enero del 2004; otro editado por ABC, de Madrid, también de enero del 2002.
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La Jornada (México DF); domingo, 03 de agosto de 2008
Revista Semanal
Ensayo
Fragmento del ensayo – ver Ensayo completo en
http://www.jornada.unam.mx/2008/08/03/sem-andreas.html
La antimodernidad de Barbey d'Aurevilly por Andreas Kurz
No deja de sorprender el catolicismo reaccionario e inquisitorial de Jules-Amédée Barbey d'Aurevilly (1808-1889). No es el hecho en sí lo sorprendente, sino la existencia de una línea espiritual que conecta la antimodernidad agresiva y necia de Barbey con nuestra arbitrariedad postmoderna.
No deja de sorprender que Félicien Rops haya sido el ilustrador de las narraciones de Barbey. Rops, belga de nacimiento, había dibujado el frontispicio de una selección poética tomada de Las flores del mal. Fue censurado y prohibido en Francia y tuvo que aparecer en su patria, más liberal en cuestiones artísticas. Su dibujo para Las diabólicas, tardía obra maestra de Barbey publicada en 1874, constituye una simbiosis de las principales obsesiones del decadentismo literario que es, a veces sin proponérselo, la formulación estéticamente más lograda de un pesimismo histórico feroz, de la convicción filosófica de que la vida que vale la pena vivir se ubica en el pasado, y de que el futuro será aún menos vivible que el presente que es, por antonomasia, el peor mundo posible. La Esfinge, así el título de la ilustración de Rops –amalgama el miedo existencial, el enigma de la muerte, una amenaza perpetua y una sexualidad que se percibe como seductora y, a la vez, peligrosa y distorsionada. Una mujer desnuda abraza voluptuosamente a la Esfinge. Félicien Rops, La Esfinge
A sus espaldas, un diablo, de los que visten traje y traen lentes, observa la escena. Su postura expresa curiosidad y satisfacción al mismo tiempo. Los tres actores forman un conjunto, son interdependientes; inclusive la figura diabólica no se aparta, sino parece nacer desde el cuerpo de la Esfinge. Rops escoge como motivo de su dibujo a una obra de arte tridimensional, convierte una estatua en cuadro, juega con la intrincada relación entre ficción y realidad, y anula con este juego la realidad. La mimesis ya no procura reflejar el mundo exterior, sino ser el espejo de otra mimesis. A Roland Barthes le gustaba, en este contexto, referirse a la idea oriental de dos espejos opuestos, uno en frente del otro, uno negando la existencia del otro. Se exterioriza, curiosamente con la ayuda de un procedimiento oriental, el primer gran enigma de la filosofía occidental, incontestable, el que Rubén Darío, el más brillante heredero de los decadentes franceses en lengua española, formularía de manera insuperable: “Y no saber a dónde vamos, ni de dónde vinimos.”
Félicien Rops, Santa Teresa como filósofa.jpg
Lo visual se impone. Los escritores deben envidiar a los pintores. Rops ilustra los cuentos de Barbey, pero, para el receptor moderno, las narraciones del francés podrían ser comentarios a la obra pictórica toda del belga. Escojo al azar. En “Santa Teresa como filósofa”, la mística española, desnuda, se aferra al crucificado. Ambas figuras apenas se estilizan: demacrado e indefenso el hombre clavado a la cruz; carnosa, fuerte y sensual la mujer que se enreda con el cuerpo magro del posible Nazareno. “Hipocresía”, probablemente un título apócrifo, expone un trasero femenino voluminoso grotescamente cubierto por una máscara. La mujer retratada no ofrece ningún rasgo más al espectador. Irónicamente, Rops guía la atención hacia una obsesión, un fetiche estéril. Podría haberse inspirado en el Marqués de Sade, en cuyos relatos el coito sólo excepcionalmente se da de manera “natural”. El placer debe excluir la única justificación que el cristianismo le había concedido: la procreación. La máscara revela –¡paradoja hermosa!– la hipocresía de las costumbres, resalta la desnudez, destapa “el otro lado” de las cosas, lo que se opone al código moral y, por ende, todos anhelan. “El calvario”, una de las obras más expresivas de Rops, retoma el motivo del crucificado. Una mujer atada a una cruz invisible, bajo un Cristo-Fauno de rasgos satánicos, quien la estrangula con sus piernas de chivo, enredándola en su propia cabellera. Hay un movimiento cruzado en el dibujo: El pene erecto del Cristo punta hacia arriba, hacia el cielo, su mirada, cínica y cruel, se dirige, más que a la mujer torturada, hacia el infierno.
Reitero mi sorpresa ante el hecho de que el “pornócrata” Rops sea el ilustrador del católico ferviente Barbey. La sorpresa, sin embargo, se transforma en asombro ante la similitud de los procedimientos técnicos usados por ambos artistas, y ante la semejanza de sus preocupaciones y fantasmas. A Barbey d'Aurevilly le gustan las matruschkas, las muñecas rusas una dentro de la otra, idénticas, pero en escalas que paulatinamente disminuyen. En “Una comida de ateos” hay un narrador impersonal que observa a Mesnilgrand, ateo conocido, en una iglesia. Narra este episodio y la vida de Mesnilgrand a un oyente anónimo. Dentro de esta narración figura, como núcleo, la anécdota de la cena de los ateos, dentro de la cual un narrador identificado, Reniant, toma la palabra para contar la anécdota de las hostias comidas por cerdos, cede la palabra a Mesnilgrand, protagonista del primer nivel narrativo, quien comunica la historia de la “Púdica”, el objetivo final de esta caja de sorpresas. Los narradores se esconden, Barbey con ellos, en diferentes rincones del laberinto cuentístico; las historias y sus responsables se anulan mutuamente, espejos que se reflejan en otros espejos. Las tramas son escandalosas, no cabe duda. La Púdica y su amante avientan al piso el corazón preservado en alcohol de su hijo abortado. Él, un soldado, sella, provocado por un ataque pasional de celos, el sexo de la prostituta con cera caliente que empuña con su sable. Escandalosos como los dibujos de Rops, blasfemos muchas veces, son los cuentos de Barbey. Al mismo tiempo irreales, orgiásticos e hiperbólicos, como las extravagancias eróticas del Divino Marqués. Grotescas también, involuntariamente cómicas muchas escenas, como la muerte de la duquesa de Arcos de Sierra Leona en “La venganza de una mujer.” En sus últimos días, “uno de sus ojos había saltado [...] bruscamente de su órbita, y había caído a sus pies, cual una moneda”. Cuentos exagerados, crueles y extremosos, como la historia de una dama noble aficionada a los juegos de naipes, la que sólo de malas ganas interrumpe el partido para dar a luz a su bebé. Exagerado, ególatra y cruel como la religiosidad de Barbey que se retuerce en las imágenes de la Inquisición española, que se excita con la flagelación que pretende ahuyentar las tentaciones, que se fascina con monjas y místicas que se casan muy carnalmente, y sin distinguir, con Cristo y Satanás, que, si pudiera escoger, preferiría el pecado grandioso que se comete libre y convencidamente, a la santidad. Es la religiosidad de Huysmans, de Joseph de Maistre, de Sar Péladan, quizás de Léon Bloy, quizás de Baudelaire, de los detractores de la racionalidad, la libertad y la igualdad.
Félicien Rops, Santa Teresa como filósofa.jpg
Lo visual se impone. Los escritores deben envidiar a los pintores. Rops ilustra los cuentos de Barbey, pero, para el receptor moderno, las narraciones del francés podrían ser comentarios a la obra pictórica toda del belga. Escojo al azar. En “Santa Teresa como filósofa”, la mística española, desnuda, se aferra al crucificado. Ambas figuras apenas se estilizan: demacrado e indefenso el hombre clavado a la cruz; carnosa, fuerte y sensual la mujer que se enreda con el cuerpo magro del posible Nazareno. “Hipocresía”, probablemente un título apócrifo, expone un trasero femenino voluminoso grotescamente cubierto por una máscara. La mujer retratada no ofrece ningún rasgo más al espectador. Irónicamente, Rops guía la atención hacia una obsesión, un fetiche estéril. Podría haberse inspirado en el Marqués de Sade, en cuyos relatos el coito sólo excepcionalmente se da de manera “natural”. El placer debe excluir la única justificación que el cristianismo le había concedido: la procreación. La máscara revela –¡paradoja hermosa!– la hipocresía de las costumbres, resalta la desnudez, destapa “el otro lado” de las cosas, lo que se opone al código moral y, por ende, todos anhelan. “El calvario”, una de las obras más expresivas de Rops, retoma el motivo del crucificado. Una mujer atada a una cruz invisible, bajo un Cristo-Fauno de rasgos satánicos, quien la estrangula con sus piernas de chivo, enredándola en su propia cabellera. Hay un movimiento cruzado en el dibujo: El pene erecto del Cristo punta hacia arriba, hacia el cielo, su mirada, cínica y cruel, se dirige, más que a la mujer torturada, hacia el infierno.
Reitero mi sorpresa ante el hecho de que el “pornócrata” Rops sea el ilustrador del católico ferviente Barbey. La sorpresa, sin embargo, se transforma en asombro ante la similitud de los procedimientos técnicos usados por ambos artistas, y ante la semejanza de sus preocupaciones y fantasmas. A Barbey d'Aurevilly le gustan las matruschkas, las muñecas rusas una dentro de la otra, idénticas, pero en escalas que paulatinamente disminuyen. En “Una comida de ateos” hay un narrador impersonal que observa a Mesnilgrand, ateo conocido, en una iglesia. Narra este episodio y la vida de Mesnilgrand a un oyente anónimo. Dentro de esta narración figura, como núcleo, la anécdota de la cena de los ateos, dentro de la cual un narrador identificado, Reniant, toma la palabra para contar la anécdota de las hostias comidas por cerdos, cede la palabra a Mesnilgrand, protagonista del primer nivel narrativo, quien comunica la historia de la “Púdica”, el objetivo final de esta caja de sorpresas. Los narradores se esconden, Barbey con ellos, en diferentes rincones del laberinto cuentístico; las historias y sus responsables se anulan mutuamente, espejos que se reflejan en otros espejos. Las tramas son escandalosas, no cabe duda. La Púdica y su amante avientan al piso el corazón preservado en alcohol de su hijo abortado. Él, un soldado, sella, provocado por un ataque pasional de celos, el sexo de la prostituta con cera caliente que empuña con su sable. Escandalosos como los dibujos de Rops, blasfemos muchas veces, son los cuentos de Barbey. Al mismo tiempo irreales, orgiásticos e hiperbólicos, como las extravagancias eróticas del Divino Marqués. Grotescas también, involuntariamente cómicas muchas escenas, como la muerte de la duquesa de Arcos de Sierra Leona en “La venganza de una mujer.” En sus últimos días, “uno de sus ojos había saltado [...] bruscamente de su órbita, y había caído a sus pies, cual una moneda”. Cuentos exagerados, crueles y extremosos, como la historia de una dama noble aficionada a los juegos de naipes, la que sólo de malas ganas interrumpe el partido para dar a luz a su bebé. Exagerado, ególatra y cruel como la religiosidad de Barbey que se retuerce en las imágenes de la Inquisición española, que se excita con la flagelación que pretende ahuyentar las tentaciones, que se fascina con monjas y místicas que se casan muy carnalmente, y sin distinguir, con Cristo y Satanás, que, si pudiera escoger, preferiría el pecado grandioso que se comete libre y convencidamente, a la santidad. Es la religiosidad de Huysmans, de Joseph de Maistre, de Sar Péladan, quizás de Léon Bloy, quizás de Baudelaire, de los detractores de la racionalidad, la libertad y la igualdad.
Barbey d'Aurevilly se aferra al pasado como si éste fuera la única salvación. Ningún cuento de Las diabólicas , ninguna de sus novelas –El caballero de Touches entre ellas– se ubica en su presente histórico. Sus cuatro Memoranda, diarios concebidos como su autobiografía, evocan su propio pasado a manera de cura contra el presente. Nada de idilio, nada de nostalgia, así como también los cuentos de Las diabólicas distan de ser idílicos o nostálgicos. Se evoca un pasado premoderno, reaccionario e injusto, pero más honesto y ético, porque aún desconoce la máscara hipócrita de la razón y la ciencia, la que Rops dibujaría sobre un trasero femenino... Los textos de Barbey son relatos históricos travestidos. Si Walter Scott y Manzoni sitúan sus novelas en épocas remotas que, en el caso del escocés, han dejado pocos datos verificables, para manifestar su descontento con el presente y su esperanza en el futuro, entonces Barbey elige una época bien fijada por la historiografía, el clasicismo francés y sus últimas representaciones postrevolucionarias, para borrar del mapa el presente y no tener que ocuparse del futuro. El decadentismo no niega el progreso escatológico, la idea ni le interesa; no cree en ningún porvenir posible, anhela el retroceso hacia los buenos tiempos en blanco y negro, cuando ninguna dialéctica era capaz de convertir lo negro en blanco, y viceversa. La estructura de “La felicidad en el crimen” puede ejemplificar tal mecanismo. El relato inicia con un matrimonio ideal, Filemón y Baucis en los cuerpos del refinado Conde de Savigny y de su misteriosa, atlética e imponente esposa Hauteclaire. Están más allá de los cuarenta, ambos atractivos y muy sexualizados, pasionales y felices después de años de vida conyugal. El matrimonio como garante de felicidad, la sola idea de infidelidad se anula. La cuadratura del círculo. ¿Cómo es posible? La respuesta es fácil: su felicidad se basa en un crimen. Juntos asesinaron a la primera esposa del Conde. El matrimonio, uno de los valores sociales y morales más arraigados y, bajo la superficie, menos respetados, fue violentado: trasgresión realizada, pero no divulgada. El matrimonio es reemplazado por –el matrimonio. Mas el nuevo pacto entre mujer y hombre lleva a cabo todas las facetas del valor antaño mil veces traicionado: fidelidad, amor, respeto, atracción erótica, hasta que la muerte os separe, etcétera.
(…) ver ensayo completo en
http://www.jornada.unam.mx/2008/08/03/sem-andreas.html
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FUNDACION CARLOS DE AMBERES
http://www.fcamberes.org/pag_act_exp18.htm
Félicien Rops. Un simbolista transgresor, 1833-1898
La obra de Félicien Rops (Namur, 1833 - Corbeil-Essones, 1898) no sólo constituye un capítulo fundamental de la modernidad en Bélgica - centro artístico crucial en los años finales del siglo XIX entre el realismo crítico y el simbolismo -, sino que sus imágenes han entrado a formar parte del imaginario decadente más perverso, en virtud de su obsesiva fijación por la mujer, el sexo y el mal. Pintores coetáneos como Vincent van Gogh admiraron sus "estudios costumbristas a veces de un realismo pavoroso", y un literato de la talla de Baudelaire manifestaba que "Rops es el único artista verdadero - tal como yo, y quizás sólo yo, entiendo la palabra artista - que he encontrado en Bélgica".
Desde su instalación en París en 1874, se dedicó a pintar y dibujar apasionadamente los vicios de la sociedad moderna, caracterizando con sutileza mujeres degradadas por la prostitución y el alcohol. De 1878 es su obra más conocida Pornokratès, en la que el realismo incisivo, que había caracterizado su producción hasta entonces, se sustituye por un simbolismo irónico, donde la influencia del sexo en la condición humana se manifiesta de forma a la vez desbordante y cruda.
Su obra alcanza una de sus más altas cotas de demoníaca perversidad en Les Sataniques, de 1882, una serie que sedujo al escritor Huysmans e introdujo al artista definitivamente en los círculos del Simbolismo. A través del Sâr Péladan, conoce a Barbey d´Aurevilly, para quien ilustrará en 1883 Les Diaboliques. Ese mismo año fue invitado por el recién fundado Grupo de los XX, en torno al cual se gestó la modernidad en Bruselas, a participar en sus exposiciones.
Esta muestra reúne casi un centenar de piezas - entre pinturas y obras sobre papel - realizadas por Félicien Rops a lo largo de toda su carrera. La mayor parte de ellas proceden del museo que lleva su nombre en su ciudad natal. Otras han sido cedidas por coleccionistas públicos y privados.
En base a la evolución que fue experimentando su obra y teniendo en cuenta, además, los temas y las técnicas empleadas, se han establecido seis secciones: Un realismo caricaturesco y sórdido; Pintor de la vida; La belleza macabra; París, el descubrimiento de la mujer; Fantasías lujuriosas y El imaginario decadente.
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Felicien Rops
El País (Madrid); 15 de enero de 2002
El simbolismo de Félicien Rops, en 90 obras crudas y provocadoras
http://www.elpais.com/articulo/espectaculos/simbolismo/Felicien/Rops/90/obras/crudas/provocadoras/elpepiept/20020115elpepiesp_2/Tes/
La Fundación Carlos de Amberes expone al pintor belga del siglo XIX
F. S. - Madrid - 15/01/2002
El artista Félicien Rops (Namur, 1833; Corbeil-Essones, 1898), precursor del simbolismo y de la modernidad en Bélgica, ocupa desde mañana las salas de la Fundación Carlos de Amberes, de Madrid. La exposición Félicien Rops. Un simbolista transgresor reúne 90 pinturas, dibujos y grabados en un montaje donde se advierte de la crudeza de algunas de las imágenes, sobre todo eróticas.
(…)
'Rops es un precursor del simbolismo y de la modernidad en Bélgica', declaró ayer Carlos Reyero, catedrático de historia del arte en la Universidad Autónoma de Madrid, experto en el siglo XIX y comisario de la exposición, junto con Bernadette Bonnier, directora del Museo Rops. ´Sus personajes están unidos a la cultura del siglo XIX y una sociedad obsesionada por el sexo, la mujer y el mal demoniaco, que el artista fantasea en su obra. Ofrece imágenes crudas, que sacan a la luz lo que la sociedad ha demonizado. No es un pintor de masas. Su imaginación y sus temas son excepcionales y se mueve en los círculo exquisitos de París'.
El montaje sigue un recorrido cronológico, con unas primeras obras de un 'realismo caricaturesco y sórdido'. En 1854, Rops funda un semanario satírico, donde se da a conocer con unas caricaturas cercanas a Daumier y Gavarni, para pasar después a la ilustración de libros. El encuentro con Baudelaire, en 1864, y el editor Auguste Poulet-Malassis provoca su entrada en el mismo 'espacio del sueño baudelariano', con temas de belleza macabra, despojos y esqueletos. París, donde se instala con las hermanas Aurélie y Léontine Duluc en 1874, es el descubrimiento de la mujer, del tema de la mujer y el pelele y el desnudo.
Las últimas zonas de la exposición se dedican a las fantasías lujuriosas y al imaginario decadente, con la creación de obras maestras, como La tentación de san Antonio y Pornokratès, que se exhibe en diferentes pruebas de grabado en color. La pintura realista y psicológica de la prostitución se convierte ahora en una visión alegórica, y al mismo tiempo irónica, de la influencia del sexo en la sociedad.
'Rops es un transgresor intelectual pero no como artista', asegura Carlos Reyero, al señalar su estilo mezcla de tardorrealismo y simbolismo, 'con un dibujo muy firme, académico, pero sin los recursos plásticos de la vanguardia'. El Grupo de los XX -se hizo una exposición en la Fundación Mapfre de Madrid, con alguna obra de Rops- le incluyó en la vanguardia belga.
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Felicien Rops
ABC (Madrid); 16 de enero de 2002
Las fantasías perversas y transgresoras de Rops, en la Carlos de Amberes
MADRID. Natividad Pulido -
Félicien Rops veía al hombre como un pelele en manos de la mujer. ABC
Hay artistas cuya biografía casi ensombrece su obra, o al menos va a la par que ella. Éste es el caso que nos ocupa. Hoy se abre al público en la Fundación Carlos de Amberes la exposición «Félicien Rops. Un simbolista transgresor. 1833-1898». Los comisarios de la muestra, Carlos Reyero y Bernadette Bonnier, directora del Museo Rops de Namur (que ha prestado la mayoría de los fondos expuestos, junto a la Colección Babut du Marès) han logrado reunir un centenar de obras (óleos, dibujos y grabados), divididas en seis secciones temáticas. Arranca con el apartado «Un realismo caricaturesco y sórdido», en el que las mujeres aparecen como víctimas de su trabajo. Un ejemplo: «La peladora de patatas». Algunas de estas obras se publicaron en el periódico que fundó el propio Rops, el «Uylenspiegel».
De ahí pasamos a una segunda sección, que recoge su obra pictórica. Destaca, especialmente, un cuadro excepcional: «La vieja de Amberes» (1873). Además, se exhiben tres lienzos pintados en su viaje a España en 1880; concretamente visitó Toledo, Granada y Sevilla, «uno de esos rincones de la tierra donde uno no quisiera morirse». Comenta Carlos Reyero que Rops viajó a nuestro país en pos del mito romántico, lo mismo que hizo en sus escapadas a Hungría. En «La belleza macabra» (tercer apartado de la exposición), esqueletos danzarines componen una patética galería. Rops comparte con Baudelaire no sólo la poética del mal, las drogas, la heterodoxia y lo demoníaco, sino también la pasión por el esqueleto, asociada al deseo sexual. Una relación amor-muerte, propia del mundo simbolista, del que Félicien Rops es uno de los mejores exponentes. Fruto de esa relación entre pintor y poeta nació un aguafuerte (presente en la muestra), frontispicio para la obra «Los despojos» de Baudelaire. Tampoco faltan críticas descarnadas al mundo napoléonico.
LA MUJER, SU GRAN OBSESIÓN
París fue una ciudad decisiva en su producción artística. Allí se produjo su auténtico descubrimiento de la mujer, su gran obsesión. La retrata como icono de la «femme fatale», que domina al hombre, en algunas de las mejores obras de la muestra. La más famosa es «Pornocracia» (se exhibe un grabado y cuatro pruebas de artista), donde una mujer madura, ataviada con todo tipo de adornos pero sin ropa, es arrastrada por un cerdo (símbolo de las pasiones). En otros espléndidos lienzos, la mujer aparece con un pequeño pelele en la mano; el pelele no es otro que el hombre. Es la antesala del gabinete más secreto y prohibido: las «Fantasías lujuriosas» de Rops. No compartía con los simbolistas -dice Reyero- la visión atormentada del sexo; al contrario, disfruta con él, le parece lo más hermoso del mundo. Son obras, la mayoría de ellas, que circularon de manera restringida en vida del artista. En todas figura el sexo explícito: temas lésbicos, el mito de Safo, el sátiro... La estampa más irreverente y provocadora de la exposición es «Agonía», en la que aborda el éxtasis de Santa Teresa. La exposición se cierra con el «Imaginario decadente» del artista belga, donde imágenes satánicas conviven con su pasión literaria. Murió en 1898, pero la maldición de este maldito sigue intacta.
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*1/ En Wikipedia se lee: Jules Amédée Barbey d'Aurevilly (Saint-Sauveur-le-Vicomte, 2 de noviembre de 1808 – París, 23 de abril de 1889), escritor y periodista francés. Barbey fue un personaje imprescindible del mundo literario de su época, inspiró en gran medida a Georges Bernanos y a Léon Bloy gracias a escritos fascinantes como Las diabólicas, Les chevaliers des touches y Un prêtre marié. Amante de lo dandi, los duelos y los artículos feroces y novelas melodramáticas con tramas de lo demoníaco que eran, según él, el mejor camino hacia el conocimiento de Dios.
Para mayor información sobre él: http://es.wikipedia.org/wiki/Barbey_d
*2 / FELICIEN ROPS (Namur, 1833-Essonnes, 1898) Pintor, grabador y litógrafo belga. Empezó a trabajar como litógrafo, realizando caricaturas de temas político-sociales. A partir de 1858 se dedicó al aguafuerte, desarrollando una intensa actividad como ilustrador de libros y portadas. Sus aguafuertes se caracterizan por una fértil imaginación y la presencia de elementos eróticos, que serían el rasgo más distintivo de su obra, también expresado en sus óleos, acuarelas y dibujos. De su producción cabe destacar Las satánicas, El sembrador de cizaña y La pena de muerte. Perteneció al grupo belga de Los XX.
*3 / EDWARD MUNCH es de sobra conocido por todos los interesados en la pintura, así que solo recuerdo nace en Loten (Noruega) en 1863, hijo de un médico castrense. Cuando aún no ha cumplido los cinco años, su madre muere víctima de la tuberculosis. Se inicia de esta forma tan temprana una relación con la muerte que habría de obsesionar al pintor durante toda su vida, pues nueve años más tarde fallecería, a causa de esta misma enfermedad, su hermana Sophie, apenas dos años mayor que él. En un entorno que el artista definió como un lugar "opresivo y triste" transcurre su infancia. Muere en Ekely, cerca de Oslo, el 23 de enero de 1944. Fue un pintor y grabador noruego expresionista. Sus evocativas obras sobre la angustia influyeron profundamente en el expresionismo alemán de comienzos del siglo XX. En su propio país se le considera el único artista noruego de resonancia internacional.
2 comentarios:
Me encanta este blog.
La obra de Rops no la conocía, pero me hizo acordar a otro artista... Alfred Kubin, que es obviamente posterior, aunque simbolista.
Saludos!
Espléndido blog. ha sido un placer recalar en este espacio y leer esta exquisita selección de reseñas y críticas de autores admirados.
Saludos...
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