por Alelí Mirelman
(Especialista en Análisis y Gestión de Arte Contemporáneo)
“Lo que hay detrás de la obra es la ausencia radical de sentido,
la obra dice que no dice nada”.
Derrida
“La cultura postmoderna es descentrada y materialista, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea”.
El futuro no tendrá que escoger entre una de esas tendencias sino que, por lo contrario desarrollará las lógicas duales, la cultura postmoderna es un vector de amplificación del individualismo.
Al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores de la modernidad, pone en marcha la cultura personalizada o hecha a medida.
Negativamente el proceso de personalización e individualismo remite a la fractura de la socialización disciplinaria; positivamente corresponde a la elaboración de una sociedad flexible en base a los deseos del individuo; basada en la información y en la estimulación de necesidades. Así se opera una nueva manera de la sociedad de organizarse y orientarse, nuevo modo de gestionar los comportamientos a partir del máximo de elecciones privadas posibles, con el mínimo de austeridad y el máximo de deseo.
La era del individualismo es fruto de un proceso de indiferencia como explica Gilles Lipovetsky en “la era del vacío” en la que todos los gustos y comportamientos pueden cohabitar sin excluirse, todo puede escogerse a placer. (41:1983). Este hecho relega todo el contenido al individuo y éste en su fase camaleónica e impredecible bajo la ley de oferta y demanda, consume todo lo que tenga “un impacto máximo con obsolencia inmediata”.
A lo cual se cuestiona Anthony Bryant ¿Puede la cultura sobrevivir a la devaluación de lo duradero, a la muerte de lo infinito?
Estamos describiendo el apagamiento de la cultura occidental, en cambio si se conoce la cultura del wabi-sabi (oriental) vemos como paulatinamente nos acercamos a un nuevo modelo estético en el que conviven estos dos extremos.
La estética oriental se basa en simplicidad, y es el descubrimiento de la belleza esencial en la vida, desde los años 70 podemos identificar el minimalismo y la búsqueda de la unidad entre “arte y vida”. Así como los recorridos de Richard Long, o todas las tendencias hacia la naturaleza y el entorno, con el Harth Art y Land Art
J. Roger Riviére describe la estética oriental de la siguiente manera:
“Tiene sentido de sinceridad consigo mismo, de pureza de corazón, de búsqueda de un ideal que trasciende las realidades visibles, de simplicidad esencial, cualidad que` se encuentra en muchas obras de arte japonesas, en sus líneas, en los trazos del pincel, en la forma de una obra de arte, ya sea escultórica o arquitectónica.”
A lo que podemos transcribir como un proceso de desmaterialización, revaloración de la idea, intención y el concepto que explicaban R. Krauss y L. Lippard.
La expresión creadora puede ser muy intensa, las teorías de menos es más ya han sido perfectamente justificadas.
En cambio el contexto histórico de los ’90 dio lugar a las producciones masivas junto al consumismo desacerbado, este nuevo régimen se basaba en la rapidez y la abundancia. Pero todo lo que se hace rápido y de forma masiva pierde calidad, lo vemos en los tomates de invernadero, los jerséis de zara, incluso todo el negocio informático prediseñado para fallar y comprar otro.
A las creaciones artísticas correspondiente a esta época les sucede lo mismo, son muchas y sin calidad. Fluyen con la ley del mercado y la moda como Koons o Hirst. Barry Schwartz lo explica en su reciente obra “Por qué más es menos. La tiranía de la abundancia”.
Simultáneamente las tendencias que se originaron el las vanguardias desde Picasso hacia la abstracción terminando en el minimalismo han concluido en una sed de realidad. La realidad construida bajo las teorías de simulacro de Baudrillard. Por ejemplo Mauricio Cattelan, Jorge Satorre, Meter Fuss, Marjolijn Digkman. Artistas que “generan” situaciones “reales”.
Como decía Yves Michaud “vivimos en un espacio en que la estética celebra su triunfo final vaciándose de obras de arte”.
Y con ello no se refiere la producción artística, sino a la concepción objetual del arte. Estas creaciones intervienen en la vida y en los individuos los cuales son espectadores que interactúan inconscientemente.
(Especialista en Análisis y Gestión de Arte Contemporáneo)
“Lo que hay detrás de la obra es la ausencia radical de sentido,
la obra dice que no dice nada”.
Derrida
“La cultura postmoderna es descentrada y materialista, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea”.
El futuro no tendrá que escoger entre una de esas tendencias sino que, por lo contrario desarrollará las lógicas duales, la cultura postmoderna es un vector de amplificación del individualismo.
Al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores de la modernidad, pone en marcha la cultura personalizada o hecha a medida.
Negativamente el proceso de personalización e individualismo remite a la fractura de la socialización disciplinaria; positivamente corresponde a la elaboración de una sociedad flexible en base a los deseos del individuo; basada en la información y en la estimulación de necesidades. Así se opera una nueva manera de la sociedad de organizarse y orientarse, nuevo modo de gestionar los comportamientos a partir del máximo de elecciones privadas posibles, con el mínimo de austeridad y el máximo de deseo.
La era del individualismo es fruto de un proceso de indiferencia como explica Gilles Lipovetsky en “la era del vacío” en la que todos los gustos y comportamientos pueden cohabitar sin excluirse, todo puede escogerse a placer. (41:1983). Este hecho relega todo el contenido al individuo y éste en su fase camaleónica e impredecible bajo la ley de oferta y demanda, consume todo lo que tenga “un impacto máximo con obsolencia inmediata”.
A lo cual se cuestiona Anthony Bryant ¿Puede la cultura sobrevivir a la devaluación de lo duradero, a la muerte de lo infinito?
Estamos describiendo el apagamiento de la cultura occidental, en cambio si se conoce la cultura del wabi-sabi (oriental) vemos como paulatinamente nos acercamos a un nuevo modelo estético en el que conviven estos dos extremos.
La estética oriental se basa en simplicidad, y es el descubrimiento de la belleza esencial en la vida, desde los años 70 podemos identificar el minimalismo y la búsqueda de la unidad entre “arte y vida”. Así como los recorridos de Richard Long, o todas las tendencias hacia la naturaleza y el entorno, con el Harth Art y Land Art
J. Roger Riviére describe la estética oriental de la siguiente manera:
“Tiene sentido de sinceridad consigo mismo, de pureza de corazón, de búsqueda de un ideal que trasciende las realidades visibles, de simplicidad esencial, cualidad que` se encuentra en muchas obras de arte japonesas, en sus líneas, en los trazos del pincel, en la forma de una obra de arte, ya sea escultórica o arquitectónica.”
A lo que podemos transcribir como un proceso de desmaterialización, revaloración de la idea, intención y el concepto que explicaban R. Krauss y L. Lippard.
La expresión creadora puede ser muy intensa, las teorías de menos es más ya han sido perfectamente justificadas.
En cambio el contexto histórico de los ’90 dio lugar a las producciones masivas junto al consumismo desacerbado, este nuevo régimen se basaba en la rapidez y la abundancia. Pero todo lo que se hace rápido y de forma masiva pierde calidad, lo vemos en los tomates de invernadero, los jerséis de zara, incluso todo el negocio informático prediseñado para fallar y comprar otro.
A las creaciones artísticas correspondiente a esta época les sucede lo mismo, son muchas y sin calidad. Fluyen con la ley del mercado y la moda como Koons o Hirst. Barry Schwartz lo explica en su reciente obra “Por qué más es menos. La tiranía de la abundancia”.
Simultáneamente las tendencias que se originaron el las vanguardias desde Picasso hacia la abstracción terminando en el minimalismo han concluido en una sed de realidad. La realidad construida bajo las teorías de simulacro de Baudrillard. Por ejemplo Mauricio Cattelan, Jorge Satorre, Meter Fuss, Marjolijn Digkman. Artistas que “generan” situaciones “reales”.
Como decía Yves Michaud “vivimos en un espacio en que la estética celebra su triunfo final vaciándose de obras de arte”.
Y con ello no se refiere la producción artística, sino a la concepción objetual del arte. Estas creaciones intervienen en la vida y en los individuos los cuales son espectadores que interactúan inconscientemente.
3 comentarios:
Muy buen texto, es realmente interesante además las referencias a las que hace
Muchas gracias
Gracias Tere!
saludos
Aleli
coincido con la visión de nicolas bourriaud y creo en la acción radicante y en el pensamiento altermoderno.
son detectables el aburrimiento que genera el mismo cuento repetido de la postmodernidad y la felicidad por la pérdida de lo no real, de lo simulado, de lo material como respuesta única de una idea.
me interesó mucho el texto, gracias.
te dejo un link con algo que hago. saludos
R
www.myspace.com/ciclowabisabi
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