Fraudes modernos.
Una nota de ESTRELLA DE DIEGO ARCO para EL País.
Enviada por Silvia Heger
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De Damien Hirst en la Wallace Collection de Londres a ARCO 2010.
Hace pocas semanas los sufridos visitantes de exposiciones temporales tuvieron ocasión de contemplar al notorio Damien Hirst en la Wallace Collection de Londres y lo que allí pudieron observar volvió a no dejar frío a casi ninguno de los asistentes: nunca he visto una cosa más fea. Era tan feo que decidí, junto con el crítico del periódico inglés The Guardian Jonathan Jones, no escribir siquiera sobre el tema. "Al final el arte feo es mal arte", dice Jones en su blog. Y anda cargado de razón porque lo que allí se podía ver, en medio de tan buen arte además, era una de las mayores tomaduras de pelo que he visto en mucho tiempo: unos floripondios con rayas a modo de constelaciones ridículas, rodeado todo por mariposillas flirteantes hacían reflexionar sobre los numerosos fraudes modernos y sobre la cantidad de cosas espantosas que este mundo actual nos obliga a mirar.
(…) Así que me siento a escribir sobre algo que no merece la pena ser comentado, quizás porque la cercanía de Arco me hace rememorar cuántas cosas horrorosas y sin sentido vamos a tragarnos en el paseo por la feria. Y no es que sea yo de los que opinen que el arte ahora es una patraña -desde luego que no: me apasiona la producción actual consistente-. Pero eso no quiere decir que no abunden en dicha producción tantas estafas que saltan hasta los primeros puestos de las listas de los más vendidos por ignorancia y esnobismo, en el mejor de los casos, y por intereses creados, en el peor y más habitual.
Claro que Hirst no ha sido siempre tan espeluznante -o eso creo, que a lo mejor entonces me deslumbró sin motivo-. Me pareció incluso radical cuando saltó a la arena con sus obras en Sensation. Jóvenes artistas ingleses en la colección Saatchi y una de las exposiciones estrella de finales del siglo XX. Se trataba de obras no sólo polémicas en lo obvio -molestar a esa mirada siempre higiénica de Occidente, observando desde fuera y a salvo- , sino en su puesta en cuestión, a través de los tan comentados animales en formol, de la tradición artística británica basada en el sueño bucólico de la "inglesidad". Allí empezaba el escándalo y después vendría el éxito y luego la calavera de brillantes -madre mía- con algo de Warhol y de Beuys, y por fin la venta directa -sin intermediarios- de todas sus obras a una conocida casa de subastas londinense porque quería olvidar su anterior vida, ser pintor, empezar de nuevo, convertirse en el siguiente Lucien Freud -dicen algunos insensatos-. Y ahora esto: tan feo, tan innecesario, tan tomadura de pelo. Lo que más rabia me da es que por culpa de estas jaimitadas me veré otro Arco -por cierto ¿se han dado cuenta de que año tras año los periódicos escriben lo mismo sobre la feria, con pocos matices, como si la feria fuera un ente inmóvil?- paseando ante una producción confusa y sin jerarquías con alguna amiga descreída del arte contemporáneo, explicándole que para acercarse a la producción actual hay que dejar a un lado la contemplación que exigen las obras clásicas y poner en marcha el análisis, mirar críticamente a lo que se tiene delante. Y ella contestará terca: "Pues yo no lo entiendo". Pondré mi mejor sonrisa y pensaré delante de cualquier equivalente de los floripondios de Hirst: "Ni yo, ni Jones". Que Arco les sea leve.
Una nota de ESTRELLA DE DIEGO ARCO para EL País.
Enviada por Silvia Heger
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De Damien Hirst en la Wallace Collection de Londres a ARCO 2010.
Hace pocas semanas los sufridos visitantes de exposiciones temporales tuvieron ocasión de contemplar al notorio Damien Hirst en la Wallace Collection de Londres y lo que allí pudieron observar volvió a no dejar frío a casi ninguno de los asistentes: nunca he visto una cosa más fea. Era tan feo que decidí, junto con el crítico del periódico inglés The Guardian Jonathan Jones, no escribir siquiera sobre el tema. "Al final el arte feo es mal arte", dice Jones en su blog. Y anda cargado de razón porque lo que allí se podía ver, en medio de tan buen arte además, era una de las mayores tomaduras de pelo que he visto en mucho tiempo: unos floripondios con rayas a modo de constelaciones ridículas, rodeado todo por mariposillas flirteantes hacían reflexionar sobre los numerosos fraudes modernos y sobre la cantidad de cosas espantosas que este mundo actual nos obliga a mirar.
(…) Así que me siento a escribir sobre algo que no merece la pena ser comentado, quizás porque la cercanía de Arco me hace rememorar cuántas cosas horrorosas y sin sentido vamos a tragarnos en el paseo por la feria. Y no es que sea yo de los que opinen que el arte ahora es una patraña -desde luego que no: me apasiona la producción actual consistente-. Pero eso no quiere decir que no abunden en dicha producción tantas estafas que saltan hasta los primeros puestos de las listas de los más vendidos por ignorancia y esnobismo, en el mejor de los casos, y por intereses creados, en el peor y más habitual.
Claro que Hirst no ha sido siempre tan espeluznante -o eso creo, que a lo mejor entonces me deslumbró sin motivo-. Me pareció incluso radical cuando saltó a la arena con sus obras en Sensation. Jóvenes artistas ingleses en la colección Saatchi y una de las exposiciones estrella de finales del siglo XX. Se trataba de obras no sólo polémicas en lo obvio -molestar a esa mirada siempre higiénica de Occidente, observando desde fuera y a salvo- , sino en su puesta en cuestión, a través de los tan comentados animales en formol, de la tradición artística británica basada en el sueño bucólico de la "inglesidad". Allí empezaba el escándalo y después vendría el éxito y luego la calavera de brillantes -madre mía- con algo de Warhol y de Beuys, y por fin la venta directa -sin intermediarios- de todas sus obras a una conocida casa de subastas londinense porque quería olvidar su anterior vida, ser pintor, empezar de nuevo, convertirse en el siguiente Lucien Freud -dicen algunos insensatos-. Y ahora esto: tan feo, tan innecesario, tan tomadura de pelo. Lo que más rabia me da es que por culpa de estas jaimitadas me veré otro Arco -por cierto ¿se han dado cuenta de que año tras año los periódicos escriben lo mismo sobre la feria, con pocos matices, como si la feria fuera un ente inmóvil?- paseando ante una producción confusa y sin jerarquías con alguna amiga descreída del arte contemporáneo, explicándole que para acercarse a la producción actual hay que dejar a un lado la contemplación que exigen las obras clásicas y poner en marcha el análisis, mirar críticamente a lo que se tiene delante. Y ella contestará terca: "Pues yo no lo entiendo". Pondré mi mejor sonrisa y pensaré delante de cualquier equivalente de los floripondios de Hirst: "Ni yo, ni Jones". Que Arco les sea leve.
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No Love Lost, Blue Paintings by Damien Hirst
Wednesday 14th October, 2009 - Sunday 24th January, 2010
Price: Admission Free
http://www.wallacecollection.org/index.php
No Love Lost, Blue Paintings by Damien Hirst
Wednesday 14th October, 2009 - Sunday 24th January, 2010
Price: Admission Free
http://www.wallacecollection.org/index.php
Hirst, que sufragó una reforma de las salas que costó alrededor de 250.000 libras (266.000 euros) para que la entrada a su muestra fuera gratis, es el segundo pintor vivo que exhibe en ese edificio, después de Lucian Freud, que lo hizo en 2004.
"La gente ya no se escandaliza por ver animales en formol, pero se escandaliza por el hecho de que estés cogiendo un pincel y un lienzo y yendo marcha atrás", dijo.
"Van a odiar los cuadros. Los van a odiar", pronosticó el artista, quien destacó también los eternos giros que vive el arte.
http://www.eluniversal.com.mx/notas/630431.html
"La gente ya no se escandaliza por ver animales en formol, pero se escandaliza por el hecho de que estés cogiendo un pincel y un lienzo y yendo marcha atrás", dijo.
"Van a odiar los cuadros. Los van a odiar", pronosticó el artista, quien destacó también los eternos giros que vive el arte.
http://www.eluniversal.com.mx/notas/630431.html
Inauguración para la prensa ver>>
La muestra tuvo una acogida crítica por parte de la prensa, quienes calificaron el trabajo de Hirst como “pinturas como espantosas y comerciales (The Times), endebles y monocordes (Daily Telegraph), poco serias y propias de alguien que no sabe pintar (The Independent) o semejantes a las obras de un adolescente aficionado (The Guardian)“.
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