SEMINARIO “EL VALOR DEL ARTE”
TALLER DE ARTE DE RADA TILLY (CHUBUT)
ULTIMO ENCUENTRO
JOSE LUIS TUÑÓN*
joseluistunon.blogspot.com
http://boladenieve.org.ar/node/8014
¿Qué valor se le pide al arte? Tratándose del último encuentro hay que decirlo ya: es un valor raro que nunca encuentra su medida. Un valor del que podría decirse que no vale nada. ¿Pero como? ¿Si cada tanto se venden unos cuadros a precios excepcionales? Eso mismo: excepcionales. Subrayan la excepción, que es lo que es capaz de ser reducido a una medida común. Esas cifras que rozan lo gratuito, nunca se sabe bien en que se apoyan. A veces parece que fuera la calidad de la obra, otras, la trayectoria del artista o su genialidad, pero no son sino los datos necesarios para que esa operación no caiga en el absurdo más absoluto. Para evitarlo se erige ese aparato de valorar del que hablamos al comienzo del seminario. Aparato hecho de museos, galerías, críticos y curadores que mantienen el valor de las obras, con muestras antológicas, descubrimientos, relecturas, u homenajes a los clásicos. Así se arma esa certeza en el valor que llamamos historia del arte.
Se busca sostener ese valor - paradójico - que tiene como función impedir que su valor sea fijado, manteniendo abierta su dimensión. De otro modo todo el sistema quedaría fijo, colapsando los intercambios que se apoyan en él. Es decir, casi todos. El comercio se apoyaría en la noción de mantenimiento y reemplazararíamos las cosas cuando ya no cumplan con las funciones - utilitarias - para las que fueron creadas. Los que se apoyan en la función de la novedad como valor, estarían furiosos y decepcionados y habría que redefinir las metas, el progreso y hasta la misma noción de cambio que se apoya por entero en la dicotomía viejo/nuevo.
¿Y por que alguien querría desprenderse de un bien que aprecia mucho, o que aún le resulta útil? Respuesta: porque hay otro que le gusta más. El gusto es una categoría que se desprende del uso, que es una dimensión que puede generalizarse o del aprecio, que es una variable subjetiva, propia de cada cual. Y sobre el gusto, como se dice, no hay nada escrito. No puede fijarse nada. Se desliza en una dirección que en otros tiempos abría el arte. Hoy son los llamados medios masivos de comunicación. Subrayando los dos términos: masivos y comunicación. En lo masivo se abren brechas al gusto, espontáneas, brutales incluso. Y la comunicación las revela y comunica. Ahí vigila ese género periodístico que se alimenta de la apetencia por la miseria.
Por aquí llegamos a una de las impases del siglo XX y que alimentan la queja que estudiamos. La polémica entre el arte que procuraba refinar el gusto, poniendo a salvo su valor y el arte que buscaba el suyo propagándose a la mayor cantidad de gentes.
Y no es la única contradicción, hay otras tan fundantes como esta: la que buscó establecer el valor recortándolo como el gusto propio de la nación. Y para ello promocionó un arte que enfatizara los valores que convenían a ese gusto. La identidad por ejemplo. Pero, y por aca sigue la paradoja, para ello se debió recurrir a formas que no eran nacionales, eran universales, aunque una nación era considerada valiosa solo si podía constituirse con ellos. Paradoja: lo universal y lo local, otro de los ejes que hemos recorrido en estos encuentros.
Y mas: por ejemplo, la que procura definir ese valor nacional como cultura, es decir: como gusto culto, a la vez que distingue lo inculto. Ese valor nacional y culto se opone a lo nacional inculto. La barbarie Sarmientina. Barbarie recuperada luego como valor popular, por los populismos, que no necesitaron de los artistas cultos para definir sus gustos. Y sobrevolando por encima de todo esto, el mercado, que gira en su interminable recambio llevado de las narices del gusto, un gusto modelado de maneras absolutamente diversas. Porque una vez rotas las formas mayores del gusto, este se dispersó en un proceso demencial donde las formas se reemplazan unas a otras en todas direcciones. De lo refinado a lo vulgar, de lo exclusivo a lo masivo, de lo intimo a lo publico, de púdico a lo obsceno, de lo honesto a lo corrompido. Cualquiera de estas variables puede ser combinada en la formula del gusto que busca desesperadamente mantener abierto ese valor paradójico.
El arte ya no alcanza para conducir este proceso, ni el nacional, ni el local, ni siquiera el universal que, ante la pulsión desatada, es insuficiente. Los mismos medios masivos de la dudosa comunicación, son capaces de mantener abierta la brecha de la curiosidad y la apetencia. Solemos prender el televisor esperando la próxima burrada que será puesta en cámara por el inescrupuloso de turno. Y luego no se, tal vez, el regreso a los gustos pastoriles, como anhelan los milenarios. O al medioevo incomunicado, como pronostican los apocalípticos. Un mercado universal estabilizado por una democracia liberal - también universal - ya es muy difícil de creer. Especialmente por los que buscan la renovación del gusto por las armas y los narcóticos, para quienes el valor es un asunto resuelto.
¡¿Pero que tiene esto que ver con el valor del arte?! Tiene.. tiene, porque recuerdo que, la queja que dio lugar a este seminario, decía que nadie valoraba nada (pueden ver el número 371 de la revista Ñ, en la sección de cartas de lector hay una trascripción literal de la queja) y que el papel del arte y del artista esta vacilante. Y es cierto. Pese a las cifras de los museos. Pero no es pesimismo, es solo revisión de su papel. Su potencial se mantiene. Sea en el espectáculo, donde aún el arte es capaz de convocar muchedumbres, o en el ámbito de lo íntimo, o de lo comunitario, o de lo familiar, o de lo que sea. El papel del arte, y su valor están siendo redefinidos. Y no es que esté mal ni bien, ocurre, y cuanto primero lo aceptemos, más fácil nos resultará el cambio.
*José Luis Tuñón
joseluistunon@gmail.com.ar
Mi nombre es José Luís Tuñón y nací en Río Gallegos en 1955. Vivo en Comodoro Rivadavia desde 1984 donde trabajo como artista y psicoanalista. Mi formación inicial la hice en La Plata en ambas disciplinas. Entonces, estas dos prácticas estaban muy distanciadas, hoy son dos modos que me permiten entender la Cultura como el campo discursivo que modela los modos de goce.
Como antecedentes cito las diferentes oportunidades en que la Fundación Antorchas apoyó mi tarea. Y como un punto de inflexión, mi participación en las Jornadas de Critica y Arte Contemporáneo en General Roca. Expongo individualmente en forma regular, pero más frecuentemente en muestras temáticas. Obtuve algunos premios que a veces considero importantes y otras olvidables. Me entusiasma la reflexión crítica sobre el arte por lo que escribo artículos o charlas, la mayoría de las cuales permanece inédita.
La llamada inutilidad del arte me molesta, lo que me impulsa a hacer intervenciones comunitarias que valoro especialmente. La necesidad de sostener la práctica entre varios me ha llevado a integrar organizaciones más o menos formalizadas: los Siete de Canto, junta de amigos dedicada al apoyo y el afecto. La Asociación Cultural EL PUERTO, cuya labor instaló en la agenda ciudadana - edificio incluido - el Centro Cultural Comodoro. Y también asumí funciones como Subsecretario de Cultura en el período 2004/2007.
domingo, 21 de noviembre de 2010
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